Ni la mejor producción puede salvar una mala canción

De arriba a abajo, Paco Loco, Carlos Hernández y Santi García, en pleno proceso de grabación en el estudio.

De arriba a abajo, Paco Loco, Carlos Hernández y Santi García, en pleno proceso de grabación en el estudio.

Tres de los productores más solicitados de la escena indie, Carlos Hernández, Paco Loco y Santi García, revelan algunos de sus secretos a la hora de dar forma a los discos y saber ‘vestirlos’ adecuadamente


«No hay un sonido bueno o un sonido malo, simplemente habrá un sonido que te guste o no te guste». Partiendo de la base de que esta reflexión, escrita por uno de los personajes más ilustres de la escena indie nacional, ilustra a la perfección la realidad de que la música es probablemente el arte más subjetivo, o al menos al que es más complicado aplicar criterios exclusivamente objetivos (calidad, técnica, interpretación, creatividad, originalidad…) para valorarlo por su enorme fuerza emocional, resulta igualmente interesante ahondar en el papel de los productores a la hora grabar en el estudio, en su importancia en la creación del disco y en su huella en el sonido.  

Parece evidente –por no decir que se trata de una perogrullada– que los discos sonaban mejor antes, a pesar de tanta mejora e innovación tecnológica, cuando lo que hacía diferente a las grabaciones también era quién las producía. Phil Spector, Quincy Jones, Brian Eno, Tony Visconti, Trevor Horn, Jeff Lynne y George Martin son solo algunos ejemplos de cómo el rol del productor pasó de una figura casi en la sombra, que simplemente se dedicaba a plasmar las ideas del artista y grabarlas, a también enriquecerlas y, en algunos casos, incluso tomar las principales decisiones creativas (¡cambiar los arreglos y el sonido a los Beatles!), a partir de principios de los 60.

El porcentaje de influencia e importancia del productor en la creación del disco dependerá de cada proyecto, pero llega a ser muy elevado. Aunque la realidad también es que por mucho que cuente con un gran dominio de la tecnología en el estudio y capacidad de arreglista, y de todas sus aportaciones, al final lo más importante es si la canción es buena o no, porque junto a todos esos grandes nombres mencionados se encontraban al otro lado del cristal de la sala de grabación nada más y nada menos que los Beatles, John Lennon, Michael Jackson, los Ramones, David Bowie, T. Rex, U2, Pet Shop Boys, Bob Dylan y Tom Petty en su momento de mayor inspiración. Así que se podría definir al productor como alguien que ayuda a los grupos a grabar el disco que tienen en su cabeza, aportando esa visión externa (no está ‘contaminado’ por todo el proceso creativo) y global, que siempre son necesarias, y su experiencia y oficio para mejorar el resultado final y cumplir los plazos previstos.

‘Loudness war’

Obviamente, existen otros factores e intereses que intervienen en el sonido de un disco. Uno de los pecados capitales de la música actual, o por lo menos uno de los elementos que generan más controversia en internet, es el volumen. Ante el dilema entre sonar bien o sonar más alto, la industria discográfica se decantó hace tiempo –siguiendo también la estela de los nuevos formatos de reproducción– por la segunda opción. Si en el pasado el objetivo de las compañías era que sus discos sonaran más fuertes que los de la competencia en la radio, ahora parece que buscan lo mismo en las ‘playlists’ de las plataformas de ‘streaming’, aparte de que las canciones están pensadas y, por tanto, diseñadas para llamar la atención en el hilo musical de cualquier lugar o en el reproductor de MP3 del coche, más que para escucharse tranquilamente, y atentamente, en casa con auriculares.

La consecuencia de todo, según algunas de las críticas que inundan la Red, es que se sacrifican los matices, al mantener una intensidad y un volumen que son constantes durante toda la canción –no se distingue entre estrofa, puente, solo de guitarra o estribillo–, que acaba resultando monótona y sin ninguna dinámica. Y, además, se degrada la calidad del sonido final para que la música suene por encima de todo, con una compresión –para elevar el volumen total– que, a su vez, genera distorsión y saturación (los altavoces parecen que están estropeados). Y todo por esa percepción que tenemos de que si un audio suena más potente que otro, también es mejor.

Esa tendencia de la industria de incrementar el volumen puede apreciarse en las diferentes remasterizaciones de la canción ‘Something’, publicada en 1969 por los Beatles, desde 1983.  Abajo, la versión de 2009, con otra subida de volumen.

Esa tendencia de la industria de incrementar el volumen puede apreciarse en las diferentes remasterizaciones de la canción ‘Something’, publicada en 1969 por los Beatles, desde 1983.
Abajo, la versión de 2009, con otra subida de volumen.

 

We and our partners use cookies to personalize your experience, to show you ads based on your interests, and for measurement and analytics purposes. By using our website and our services, you agree to our use of cookies as described in our Cookie Policy.

 

La famosa ‘guerra del volumen’ –‘loudness war’– figura entre esas tendencias que pasan más desapercibidas para el oyente, más allá de obligarle a bajar el volumen si no quiere acabar con fatiga auditiva. El que mejor la definió, y que suele citarse en todos los reportajes de este estilo, es Bob Dylan, que en 2006 declaró lo siguiente en la revista ‘Rolling Stone’: «Escuchas los discos actuales y son atroces, llenos de sonidos. Nada está definido, ni siquiera la parte vocal, nada de nada. Como si fueran algo estático». En resumen, que todo suena más plano, sin nada de delicadeza y atención por los detalles, sin la dinámica natural de las canciones y sin que se distingan claramente los instrumentos.

No obstante, existe la opinión contraria de que un volumen extrafuerte no implica necesariamente algo negativo. «Me encanta la fatiga sónica. Mucha gente se equivoca al pensar que porque suene a toda hostia, el disco está mal. Puede sonar brutal y tener dinámicas, simplemente hay que saber hacerlo y jugar bien tus cartas, como hacía Phil Spector –mítico productor de los Beatles y famoso por su técnica del ‘muro de sonido’, algo así como el compositor clásico Richard Wagner al servicio del pop («pequeñas sinfonías para niños») con un sonido envolvente y casi orquestal gracias al uso de múltiples capas de instrumentos y reverberación– en su momento. Incluso acudía a la fábrica para asegurarse de que sus discos tuvieran el máximo volumen y poder humillar al contrincante», argumenta Santi García, productor, cantante y guitarrista de No More Lies y ‘alma mater’ del estudio Ultramarinos Costa Brava, en Sant Feliú de Guíxols (Gerona), por donde han pasado bandas como Toundra, La M.O.D.A., Cala Vento, Delorean, Adrift, Berri Txarrak, Viva Belgrado, Exquirla, Standstill, Nothink, The Unfinished Sympathy, La Habitación Roja y un largo etcétera.

La estructura de la canción

Pero más allá del tema de las mezclas y masterizaciones de los discos, si grabación digital (y la posibilidad de editarlo todo) o analógica (que requiere más aptitud y destreza con los instrumentos por parte de los músicos) o la democratización de la producción gracias a los estudios caseros y programas de ‘software’ universales (que contribuyen a que también todo suene igual), la cuestión es qué buscan los productores a la hora de grabar. «Cuando me meto en la producción de un disco, me gusta centrarme en lo que son las canciones en sí y en sus estructuras, por encima de otros aspectos como los arreglos, aunque también me apasionan», confiesa Carlos Hernández Nombela, artífice de los dos últimos trabajos de Viva Suecia y con una larga trayectoria detrás de la mesa de mezclas con los grupos más destacados del indie nacional (Los Planetas, Triángulo de Amor Bizarro, La Habitación Roja, Deluxe, Sunday Drivers, Los Enemigos, Airbag, Cooper…) y que también ha probado alguna incursión en el ‘mainstream’ (Pereza, Leiva, Joaquín Sabina, Enrique Bunbury…).

 
El productor madrileño Carlos Hernández, en el estudio.

El productor madrileño Carlos Hernández, en el estudio.

 

El productor e ingeniero de sonido madrileño siempre cuenta la anécdota de que el grupo murciano contactó con él para grabar un EP, y que lo primero que le pasaron fueron las maquetas de canciones como ‘A dónde ir’ y ‘Hemos ganado tiempo’, que acabaron convirtiéndose en éxitos y formando parte del disco ‘Otros principios fundamentales’. «La canción ‘A dónde ir’ ya me parecía sublime, y aunque es cierto que tenía algún trozo de más, alguna parte instrumental que cortamos, seguiría siendo la hostia de haberlos dejado. No tengo la culpa de que llegara a donde llegó», sostiene. Sin embargo, modificar la estructura, ya sea suprimiendo partes innecesarias o intercambiando o alargando otras, sí que puede suponer la diferencia entre que una canción sea mediocre, regular o buena

La influencia de Carlos Hernández es enorme, tal y como nos confesó el grupo Kracauer, que buena parte de la metamorfosis en su sonido de su álbum debut, ‘... en la era de la reproducción digital’, grabado en un ‘home studio’ con pocos medios, a su segundo, ‘Diferencia y repetición’, vino de su mano. «Los sonidos de guitarra son más suyos que míos y los de la base batería-bajo, pues prácticamente también. La manera de tratar las voces es muy peculiar y creo que hemos metido un subidón de sonido. Ahora mismo no me imagino grabar más temas sin él», nos confesó Juanfra Cerdá, cantante y guitarrista de la banda murciana, antes de publicar el disco.


Cuando me meto en la producción de un disco, me gusta centrarme en lo que son las canciones en sí y en sus estructuras
— Carlos Hernández

El bajista, Dani Cano, también incidió en la entrevista que publicamos tras el estreno de las nuevas canciones en el papel clave que jugó el productor. «Tanto el primer disco como las premaquetas del segundo sonaban electrónicas, bebiendo mucho de los 80. Y Carlos fue quien le dio ese sonido de banda, esas guitarras que ya hemos visto en otros discos que él ha producido, pero adaptándose a la idea que tenía Juanfra. Cogió esa idea, la respetó y la revistió de distorsión», nos contó.

¿Y cómo es el trabajo de Carlos Hernández dentro del estudio a la hora de ‘dirigir’ a las bandas? «Intento siempre tener mucha mano izquierda con el grupo y que las canciones, que al final son lo más importante, crezcan lo máximo posible. Aporto todo lo que pueda», responde.

 
 

«Para mí lo principal son las canciones. Sin ellas nuestro trabajo no serviría de nada», suscribe Santi García, quien también pone en valor el concepto de banda, de esos músicos que se juntan en un local, ensayan y crean algo propio. «Cuando hay gente que tiene algo que decir y lo hacen a su manera, lo respeto. No me gusta meterme de entrada en las estructuras ni en los arreglos de la canción. Mi reto es sacar algo brutal con los ingredientes que tengo, lo que no es fácil y depende mucho del grupo. Y cuando es bueno, ¡qué gusto da!», asegura.


Mi reto es sacar algo brutal con los ingredientes que tengo
— Santi García

Porque, evidentemente, el resultado final está totalmente condicionado por las bandas, «por esos músicos que hacen cosas juntos, añadiendo cada uno su parte. Y cuando hay magia, es cuando a mí me sale todo mejor y disfruto 100% mi faena», apunta.

 
 

Los arreglos

Se trata de una filosofía similar a la de otro de los productores más activos, y legendarios, de la escena indie, Paco Loco (Francisco Martínez) –acaba de producir la última canción de Carolina Durante, ‘El parque de las balas’, y dirige un estudio en el Puerto de Santa María (Cádiz) por el que han pasado desde Enrique Bunbury, Steve Wynn y The Posies hasta Nacho Vegas, Australian Blonde, Sexy Sadie, Triángulo de Amor Bizarro, Hinds, Neuman, Mikel Erentxun y Lori Meyers–, quien reconoce que el quid de la cuestión es si las canciones son buenas o malas, «porque por una producción que sea muy buena, si la canción no lo es, resulta muy difícil salvarla. Por eso prefiero hablar de discos con canciones muy buenas que la producción las ha deslucido un poco». En su opinión, debe existir una especie de equilibrio, porque aunque la canción sea muy buena, «también hay que saber ‘vestirla’» –elegir los instrumentos y los arreglos adecuados– o puede acabar en un desastre».

 

Aunque la canción sea muy buena, también hay saber ‘vestirla’ o puede acabar en un desastre
— Paco Loco

Y pone como ejemplo muchas de las grabaciones de los años 80, como los álbumes de Leonard Cohen de aquella época, con un toque más pop que le ayudó a vender muchas copias, y los primeros trabajos en solitario de Antonio Vega, «con producciones repletas de sonidos muy procesados, con un espíritu muy alejado de lo que era Antonio Vega».

Pero también hace autocrítica –porque los productores no siempre sacan el máximo rendimiento a las canciones del grupo con el que graba–, cuando en sus inicios, en plena eclosión del indie en España en los 90 y todavía con poca experiencia en el estudio, grabó el primer disco de la banda asturiana Penelope Trip y el resultado final no fue del todo satisfactorio. «No conseguí sacar del disco y de las canciones ni lo que ellos ni lo que yo pretendíamos. Fue una confusión de planteamiento», se lamenta.

 
Paco Loco, en su estudio en el Puerto de Santa María. / ÁLVARO GUERRERO

Paco Loco, en su estudio en el Puerto de Santa María. / ÁLVARO GUERRERO

 

La historia de la industria musical en España es curiosa porque, según Carlos Hernández, se pasó de dos décadas buenas como los 60 y 70 a las producciones «demenciales» de los 80, con discos que sonaban fatal y la aparición de «máquinas infernales» como las baterías electrónicas, a lo que se podría añadir también los 90, con muchos discos que con el paso del tiempo no han envejecido como los buenos vinos.

La importancia de la estrofa

Aunque sonar mal no es un ni mucho menos un impedimento para disfrutar de un grupo. Así lo considera Santi García, quien pasó su adolescencia escuchando mucho punk y hardcore, dos estilos que no se caracterizan por unas grabaciones de calidad. «Veníamos de los años 80, una época en la que se usaban mogollón de efectos, y en estos discos se dejaba a las bandas al descubierto. Salía toda su esencia y mala hostia en las canciones. Tenían poco presupuesto, lo que les obligaba a ensayar mucho y dejarse la piel en el estudio». Como ejemplos menciona ‘Out of step’, de Minor Threat; Fresh Fruit for Rotting Vegetables’, de Dead Kennedys, y ‘No control’, de Bad Religion, tres discos precarios y que suenan mal, pero en los que «hay bandas increíbles detrás, con mucha mala hostia».

 
Santi García, en una grabación con Cala Vento en el estudio Ultramarinos Costa Brava.

Santi García, en una grabación con Cala Vento en el estudio Ultramarinos Costa Brava.

 

Precisamente, uno de los mandamientos de Paco Loco –ya mencionado al principio del texto para los que no alcanzaran este párrafo– es que «no hay un sonido bueno o un sonido malo, simplemente habrá un sonido que te guste o no te guste». O al menos eso escribió en su libro, ‘Loco: Cómo no llevar un estudio de grabación’, en el que también reconoce su predilección por los sonidos crudos, por huir de la «perfección sónica» y por unas estrofas que sean tan buenas o mejores que los estribillos –no solo una excusa o un trámite para llegar al ‘uo-uo-uo’ o ‘ye-ye-ye’ de turno–. Igualmente, revela su rechazo a la hora de trabajar a las maquetas (que distingue de las demos, que son algo menos elaborado, como una grabación con el móvil en el local de ensayo), que en ocasiones suenan incluso mejor que las versiones acabadas (o por lo menos le hacen plantearse ‘¿para qué me han contratado?’) y que condicionan el trabajo del productor o lo predisponen hacia un sonido.

 
 

Además, revela su única regla a la hora de grabar en su estudio, algo tan básico como «que se oiga lo que se graba». Y para meter presión a las bandas y que no se relajen, considera que el sonido dependerá también en gran medida de cómo se toque, no solo del ingeniero y de la manera en que se grabe.

 
 

Uno de los grupos que lo han comprobado es Noise Box, que dio vida a su último disco, ‘Here’s that bliss you left behind’, publicado previamente como tres EP, durante una semana intensa en su estudio del Puerto de Santa María. El trabajo con el productor se tradujo en una versión de la banda descarnada, visceral y fiel a sus directos, con un sonido más agresivo y directo, alejado del disco anterior, ‘Every picture of you is when you were younger’, producido por Raúl de Lara y en el que se recreaban en las texturas y atmósferas. Jesús Cobarro, cantante de la banda, asegura que la opción ideal para conseguirlo era Paco Loco, que se guía más «por su intuición» y no en buscar la perfección. Queríamos que las canciones tuvieran un carácter más fresco y una sensación de inmediatez».

Lo-fi vs. Pro Tools

Otro concepto interesante en el mundo de la producción es la grabación ‘lo-fi’, que Santi García define como «hacer las cosas mal aposta» o, más en detalle, «intentar ponerse limitaciones tecnológicas en el momento de mayor auge de la tecnología, del Pro Tools y de toda la era digital». Uno de los referentes de esta filosofía para el productor catalán es ‘Alien lanes’, de Guided by Voices, en el que «hay temazos, pero están sin acabar», en la línea de The Replacements, una banda que se caracterizaba por dejar las canciones «con finales abiertos y mal acabados; en plan: ‘todo está dicho’». Pues eso.