Nuestra carta a los Reyes Magos para 2023

 
 

Momento de un concierto de Viva Suecia. / CHARLY PIAZZA

 

Queridos Reyes Magos. Me parece increíble estar escribiendo de nuevo esta carta. Da la impresión que fue ayer cuando os pedíamos que todo volviese a la normalidad. Es cierto que han pasado un par de años en los que vuestro buzón se llenaría de peticiones acerca de cosas mucho más importantes que peticiones materiales, pero para 2023 voy a dejar de un lado los deseos sobre superar a la innombrable pandemia y dejaré caer qué regalos musicales nos encantaría recibir en el año que empieza.

No entiendo mucho de esto, la verdad, pero considero que antes de pedir algo, siempre es mejor dejar caer las cosas buenas que uno ha hecho. No me malinterpreten, Majestades, seguro que en todo esto del chantaje y la psicología inversa ustedes tienen un máster entre tanto hipócrita y bien queda. Entre tanto personaje que se pasa el año a Dios, o a ustedes estas fechas, rogando, y con el mazo dando. No, yo no voy por ahí. Pero sí quiero repasar algunos datos que demuestran que la enorme comunidad a la que mueve la música ha estado ahí cuando todo ha vuelto a la normalidad tan deseada.

Este año hemos tenido más de 100 festivales en España durante el verano. Y ahí hemos estado. A falta de los datos oficiales, se esperaba que fuésemos de nuevo el país con mayor turismo extranjero de festivales y que vengan guiris a dejarse la mandanga siempre es bueno. Es bonito leer historias como las de Vivero, un pueblo de 15.000 habitantes que congrega a 140.000 en un fin de semana en su Resu. O Villarrobledo, Ojén, Villena, Palencia, Barbate, Castro-Urdiales y Aranda de Duero. Lugares donde alrededor de un evento se han creado culturas musicales que van más allá de un fin de semana.

2022 se cierra con más de 400 millones de euros que entre todos nos hemos gastado en festivales y es un placer saber que parte de ellos vayan a lugares así. Pero no todo son espectáculos grandes, que los ha habido, y muchos, sino que este año ha sido el de la recuperación total de la música en salas, ese motor sin el que nada sería entendible. Los grupos pequeños han podido volver a tocar en lugares para 30 personas, los medianos organizar giras con aforos de 300 y los grandes volver a mover el motor económico que supone meter a 1.000 personas cada fin de semana en dos ciudades del país. Majestades, dejadme que haga aquí mi primera petición de regalo: que nunca nos falten las salas de conciertos y que las autoridades las mimen como lo que son, una parte esencial del tejido cultural de este país.

No quiero dejar de aprovechar para rogarles que este año obvien o, mejor dicho, quemen directamente, las cartas de aquellos que se han intentado aprovechar este 2022 de las ganas de música en directo que teníamos todo el mundo. Los que han montado festivales o eventos fantasmas y se han quedado con el dinero y las ilusiones de miles de personas. Y también para los que no cumplen los convenios laborales y exprimen a trabajadores precarios en condiciones pésimas, cobrando a la hora lo que cuestan dos de las cervezas que ellos sirven. Para los buitres, carbón. Carbón y el peso de la ley sobre ellos.

Por otro lado, un mayor reconocimiento a los medios pequeños que tanto hacen por esta industria no estaría de más. Redactores, fotógrafos y videógrafos muy talentosos que hacen de su afición un trabajo en la amplísima mayoría de las ocasiones sin remunerar. Es de recibo que aquellos que tienen la posibilidad de apoyar a esos creadores lo hagan cuando entre dentro de su campo de acción. Engrasar la rueda de la industria musical conlleva que nunca olvides mañana a quien estaba contigo ayer.

Y ahora que más o menos queda claro parte de lo que hemos dado, me gustaría pasar a la parte egoísta de la carta, a la de pedir. Melchor, Gaspar y Baltasar. Majestades de Oriente. Para este 2023 quiero empezar pidiendo terminar con la guerra. Es algo que durante los años hemos ido viendo como inevitable, pero el paso del tiempo eterniza los problemas y es momento de sentarse a hablar por muy distanciadas que estén las opiniones o peticiones que se puedan hacer. Si un día convivimos en relativa paz, ¿por qué no podríamos volver a hacerlo de nuevo? Y no, no me refiero a Putin y Zelenski. Recuerden, esto va de música. Hablo de Liam y Noel. No voy a ser un iluso que pida una gira de Oasis, me vale con que se tomen una pinta juntos. Porque todo buen final comienza así.

Y, ahora que lo pienso, ¿qué tal si empezamos por algo más básico? ¿Qué tal si hacen algo para ponerle freno a los precios desorbitados de las entradas de ciertos conciertos y festivales? ¿Qué tal si ponemos coto a la avaricia de algunos? Una razón básica de la recuperación este año ha sido la masiva afluencia a conciertos y la sensación de que se pagaba lo que nos pidiesen porque si algo nos ha enseñado la Covid es que la vida puede no darte segundas oportunidades y hay que aprovechar el momento. Pero hasta qué punto es sostenible girar con precios que parten de los 80 euros para un solo artista o grupo en medio de una crisis galopante como la que vivimos. Y ojo, no solo internacionales, también los hay de la tierra. Pedir el mal ajeno es malo, Majestades, lo sé, pero un buen descalabro en varios de esos conciertos tal vez haría plantearse las cosas a más de uno en el futuro.

Volvamos a lo concreto. Este año también me gustaría que Foo Fighters volviesen a hacer música juntos, como parece que así va a ser. La de Taylor Hawkins ha sido una de las pérdidas más grandes de 2022 y a buen seguro es muy difícil encontrar sustituto a alguien tan carismático y querido por los fans, pero sería una pena que un proyecto que tanto nos ha dado, acabase así. Dadle un empujón al bueno de Dave Grohl y haced que encuentre un batería que les haga volver a España lo antes posible.

¿Y Radiohead? ¿Qué hacemos con ellos? El año pasado ya debieron recibir muchas cartas para su vuelta, pero no debieron ser las suficientes porque la cosa se quedó en The Smile. Que oigan, muy bien, pero un disco y gira de Radiohead que pasase por España es necesario. 2016 queda muy atrás como última visita de la banda más importante de este siglo a nuestro país.

Unos que han vuelto y de momento no tienen fecha por aquí son Paramore. Y nos encanta lo nuevo que han sacado. Majestades, también han regresado My Chemical Romance. ¿Se imaginan lo felices que nos haría ver a los dos compartiendo un cartel?

Arlo Parks, Black Pumas y Faith No More cancelaron el año pasado y aquello dolió mucho. Pero si hubo una cancelación que nos hizo padecer a miles y miles de personas fue la de Rage Against the Machine. Es cierto que no parece que esté muy recuperado Zack de la Rocha de su lesión en el tendón de Aquiles, pero va, hagan magia y tráiganlo de vuelta en 2023.

Otros grupos que a priori son más pequeños y llevan años sin venir a España y que nos gustaría ver son Foster the People, Cage the Elephant, Manchester Orchestra y We Were Promised Jetpacks o artistas como Damien Rice, Amos Lee, Glen Hansard o Ryan Adams. Una confirmación de Eddie Vedder o sus Pearl Jam es algo que tampoco nos vendría mal, sinceramente.

Death Cab for Cutie van a girar por Estados Unidos junto a The Postal Service por el XX aniversario de ‘Transatlanticism’ y ‘Give up’. No me creo que ninguno de ustedes tres no vea posible que extiendan esa gira a Europa. ¿Verdad?

Esto sé que es café para muy cafeteros, pero en el rincón de mi memoria guardo un espacio para Matchbox Twenty. Hace tanto que no se pasan por aquí que si no recurro a sus poderes mágicos dudo que ninguna promotora vaya a jugársela. Un par de nombres más de gente que apenas cruza el charco y serían un perfecto regalo de Reyes: Dave Matthews Band y, atiendan, Bob Seger (sí, también tengo deseos para lo viejuno).

Ah, y españoles. Esperen, esperen. Que la gira de C. Tangana es algo que debería ser patrimonio del Estado es incuestionable. Un año más en el que lleve tal espectáculo a más rincones del país no sería solo justo, sino necesario. Igual que todos rezamos para que Jero Romero vuelva a los escenarios y nos permita escuchar en directo la maravilla de último disco que ha editado. Pero si de volver se trata y solo una especie de milagro por parte de sus Majestades lo haría posible, deberíamos hablar de cierta banda de Baeza cuyo fin fue muy prematuro. Seis años sin Supersubmarina son muchos.

Antes de despedirme, déjenme ser un poco malvado otra vez. Me encantaría que en muchas de las oficinas de festivales españoles se quitase de los teclados las teclas ‘Ctrl’, ‘C’ y ‘V’. Porque las fórmulas funcionan hasta que se desgastan y no hay nada más auténtico que estar en un festival y saber que vas a encontrarte algo, si no único, sí especial. Y hay ocasiones en las que uno tiene que mirar Google Maps en lugar de a los escenarios para saber dónde está.

En fin, no quiero estirar mucho más. Me sorprendería que alguien tan ocupado como ustedes hayan llegado leyendo hasta tan abajo sabiendo que lo que se pide es algo aparentemente tan banal como la música. Pero también tengo la certeza de que durante su viaje en camello llevan el Spotify puesto. ¿Cierto? Porque no importa el lugar de donde provengan, si de España, América, Australia o el lejano Oriente, todos sabemos que la música es la primera cosa vital de las no vitales.