Los grandes compositores clásicos son las estrellas del pop… de ahora (II)

 
 

Bach, Mozart, Grieg, Brahms, Chopin y Rachmaninoff han dejado su huella en los riffs y el inconfundible piano de Muse, en la base sobre la que rapea Eminem, en grandes éxitos de ‘boy bands’, en el tango más famoso de la historia, en la balada por antonomasia de la radio y en bandas sonoras ganadoras del Oscar


Las composiciones de hace cientos de años están más vivas que nunca, como se demostró en la primera parte del reportaje, y lo continuarán haciendo. Así lo dijo el pianista James Rhodes, al señalar que dentro de 300 años se seguirá escuchando a Bach y Chopin, pero quizás no a Muse o Justin Bieber. ¿Por qué? «Porque tienen una profundidad o complejidad que puede resultar desafiante. No son cuatro minutos con una emoción, sino 40 con todas las emociones», argumentó en una entrevista. Así que para la segunda y última parte profundizaremos en la obra de otros seis grandes genios musicales de la historia, Bach, Mozart, Grieg, Brahms, Chopin y Rachmaninoff, que han contribuido enormemente en algunos de los mayores éxitos de las últimas décadas, porque sus huellas siguen más presentes que nunca, y no solo en las academias de música. Si la primera lista estaba más centrada en el rock y el metal, esta se adentra en el mundo del pop, el hip hop y el R&B, aunque sin olvidar las guitarras.

Johann Sebastian Bach

 
 

Otro compositor alemán ilustre fue Johann Sebastian Bach (1685-1750), que figura en el podio de los más grandes de todos los tiempos por ser el sumun de la música barroca y gran maestro de la fuga (no confundir con las hazañas de El Dioni, sino una técnica que, de forma muy simple, se puede definir como un tema, o melodía, que se presenta en una voz y después se repite, o imita, en las otras) y del contrapunto (combinar varias melodías que son independientes entre sí, pero que también se complementan). De su carrera cabe destacar los ‘Conciertos de Brandeburgo’, ‘La Pasión según San Mateo’ y la ‘Tocata y fuga en re menor’, además de ser un gran multiinstrumentista (órgano, clavecín, violín…) y considerarse como un gran improvisador.

Uno de sus trabajos más escuchados es la ‘Bourrée’ de la ‘Suite en mi menor para laúd’, que aparece en hasta dos canciones del grupo de rock, y de mucho cachondeo (está liderado por el actor Jack Black) Tenacious D, ‘Rock Your Socks’ (2006) y Classico(2006); en ‘Bourée’ (1969), de Jethro Tull, con mucha flauta, obviamente, y además ha sido una parte habitual en alguno de los interminables solos de guitarra de Jimmy Page en directo con Led Zeppelin, concretamente en la canción ‘Heartbreaker’.

 
 

Otro as de las seis cuerdas y amante de los compositores clásicos, el sueco Yngwie Malmsteen (elegido entre los diez mejores de la historia por la revista ‘Time’), también lo ha tocado habitualmente en sus conciertos, junto a otras piezas del alemán, como la suite orquestal ‘Badinerie’ y la ‘Tocata y fuga en re menor’, probablemente la obra más conocida para órgano y perfecta para una película de miedo, con esas primeras notas que nos trasladan inmediatamente, por su uso recurrente en el cine, a un castillo tenebroso en Transilvania o una mansión encantada, que aparece como base en la canción ‘Brainless’ (2013) de Eminem y que se dice que es inspiración directa del famoso riff de la canción ‘Plug in baby’ (2001) de Muse, considerado uno de los mejores de este siglo por la revista ‘Total Guitar’, y también del piano que suena en la introducción de ‘In your world’ (2002).

Una de las obras más universales de Bach, el Aria de la ‘Suite para orquesta nº3 en Re Mayor’ (perfecta para bodas y usada habitualmente en las películas para crear una atmósfera de sofisticación), aunque concretamente el ‘Aria para la cuerda de sol’, un arreglo del segundo movimiento del violinista August Wilhelmj, pone la música a la canción ‘Everything’s gonna be alright’ (1998), del grupo alemán Sweetbox, que dado su éxito, repitió fórmula años después ‘sampleando’ el preludio de la ‘Suite para violonchelo nº 1 en sol mayor’ en otro de sus ‘singles’, ‘Here comes the sun’ (2006).

 
 

En el caso del rapero Xzibit, su canción ‘Symphony in X Major’ de 2002 incluye dos ‘samples’ del ‘Concierto de Brandeburgo nº 3 en sol mayor’, aunque concretamente de la versión que Wendy Carlos grabó con sintetizadores en 1968 en su disco ‘Switched-On Bach’, dedicado al compositor alemán. Y es que la norteamericana, que por aquel entonces se llamaba Walter, antes de su cambio de sexo, fue pionera en el uso de los sistemas modulares Moog para emular a toda una orquesta y contribuyó a que el instrumento se popularizara y fuera usado en los siguientes años por bandas como The Doors, The Monkees, The Beatles y Simon & Garfunkel.

 

El trabajo, que se convirtió en todo un éxito de ventas (disco de platino) y logró numerosos premios (hay incluso parodia de ‘Muchachada Nui’), incluye versiones de piezas como algunas de sus invenciones a dos voces, los tres movimientos del ya mencionado ‘Concierto de Brandeburgo nº 3’ y el coral preludio ‘Wachet auf’. Años después, ya sin tanto éxito comercial, se atrevió con una segunda parte, ‘Switched-on Bach II’, que rendía tributo al ‘Concierto de Brandeburgo nº 5’, entre otras obras.

El órgano de ‘Komm, süßer Tod’ (Ven, dulce muerte) parece clara inspiración para la canción Life, another shape of sorrow (1995) del grupo de death metal sueco Dismember. Y, por último, Beach Boys arrancaba su canción ‘Lady Linda’ (1979) con un fragmento del coral ‘Jesús, alegría de los hombres’, misma obra que reinterpretó Apollo 100 en clave moderna bajo el nombre de ‘Joy’ en 1972, y que incluso se metió en el ‘top 10’ de las listas americanas, mientras que Lady Gaga hizo lo propio con la ‘Fuga en si menor’ de ‘El Clave bien temperado’ para el vídeo de su éxitoBad Romance (2008), incluyendo un pequeño pasaje como introducción a la canción.

 

Wolfgang Amadeus Mozart

 
 

Parecía evidente incluir en este reportaje a Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) que, con un legado de más de 600 creaciones, que superan las 240 horas de música, y un talento y carisma inconmensurables (aunque en ocasiones se mezcle la realidad con la leyenda), es normal que se haya convertido en una gran influencia para los músicos actuales como gran icono del clasicismo y niño prodigio (cuando realmente eso significaba algo y no existía internet). Curiosamente su obra, puede que por su aparente sencillez en comparación con otros compositores (Gustav Mahler es menos ‘pop-friendly’) y, sobre todo, gracias a sus melodías inmortales e ingeniosas, se encuentra muy presente en géneros como el pop, el R&B y el hip hop.

Varios ejemplos son el aria ‘La Reina de la Noche’ de ‘La flauta mágica’ (una opera que contiene alguna de las notas más agudas jamás escritas para una soprano) en la canción ‘Like you’ (2006), de Kelis, y algunas de las partes más sobresalientes de la ‘Misa de Réquiem en re menor’ (Mozart murió antes de terminarla y la completó su discípulo Franz Süssmayr), como ‘Dies Irae’ en ‘Coming 2 America’ (2001), de Ludacris, que también incorpora fragmentos de la ‘Sinfonía del Nuevo Mundo’, de Antonín Dvorak; el primer movimiento (‘Introitus’) en ‘Human sadness’ (2014), de Julian Casablancas + The Voidz, más conocido por ser el cantante de The Strokes; ‘Lacrimosa Dies Illa’ en el cortoRunaway(2010), de Kanye West, y en el tema ‘Lacrymosa’ (2006), de Evanescence; y ‘Rex Tremendae Majestatis’, en ‘Who you gonna call’ (2000), de Missy Elliott.

 
 

Más obras populares de Mozart en canciones actuales son ‘Eine Kleine Nachtmusik’ (‘Pequeña serenata nocturna’) –el ‘Allegro’ es otra pieza fija en los restaurantes de lujo en el cine y cuyo principio es una de las melodías más escuchadas de la música clásica e interpretadas por las orquestas, y de las favoritas para los bebés cuando están en el útero, según diversos estudios– en Classico (2006), de Tenacious D, y ‘Las bodas de Fígaro’ en ‘Lermaninoff’ (2014), de Primus, aunque se trata de un guiño de pocos segundos.

Y es que si algo se debe destacar de Mozart, aparte de su elegancia y delicadeza, es que sus melodías eran pegadizas, probablemente porque supo entender los gustos del público de su época, al que siempre buscaba encandilar para que no dudara en acudir en más de una ocasión a escuchar sus obras, y poder así ingresar el suficiente dinero para permitirse ciertos caprichos, aunque los músicos en aquella época no eran precisamente muy bien pagados (algo que, según parece, no ha cambiado con el paso de los años).

Su propósito era lograr el éxito y reconocimiento social a través de su música (aunque su espíritu rebelde le jugó malas pasadas y en sus últimos años intentó subsistir como compositor autónomo en lugar de estar al servicio de un noble o a sueldo de la corte, la única vía de obtener un sueldo estable, acumulando grandes deudas y muriendo en la más absoluta ruina), con algunos trabajos más ‘comerciales’ en los que, a pesar de que eran destinados a un público poco exigente, casi siempre dejaba algún chispazo de genialidad, tal y como le sucede en ocasiones a las estrellas del pop, que se terminan convirtiéndose en máquinas de ‘fabricar’ éxitos instantáneos (aunque la mayoría de las veces los escriban otros).

 

Y ese estatus de estrella (aunque más bien era un genio totalmente sometido a los caprichos de la aristocracia) ha resistido hasta nuestros días. De hecho, el compositor de Salzburgo se convirtió en 2016 en el artista que más discos vendió en todo el mundo gracias a ‘Mozart 225: The new complete edition’, superando el millón de copias. Aunque la noticia tenía truco, ya que se trataba de un recopilatorio con ¡200 CD!

Y el legado musical de Mozart más curioso es su presencia en el tango más popular, ‘Por una cabeza’ (1935), de Carlos Gardel, que cuenta con multitud de versiones (Luis Miguel, Andrea Bocelli, Diego el Cigala, Andrés Calamaro…), cuyo violín del principio es el mismo que suena a mitad del ‘Rondó para violín y orquesta en do mayor’.

Edvard Grieg

 
 
 
 

En el caso de Edvard Grieg (1843-1907), su nombre es el menos conocido por el gran público de toda la lista, pero puso a Noruega –formaba parte del movimiento nacionalista que siguieron muchos compositores de su época en el que buscaban crear un identidad propia de cada país, en su caso inspirándose en los paisajes, las melodías tradicionales y el folclore nórdico– en el mapa musical gracias a ‘Peer Gynt’. Esta doble suite la compuso como acompañamiento para la obra de teatro de otro ilustre paisano, Henrik Ibsen, y que incluye las archiconocidas ‘La mañana’ y ‘En la gruta del rey de la montaña’, este último un tema que ha sido versionado en todas las formas posibles (por no hablar de su parecido con la sintonía de la serie de dibujos de ‘El Inspector Gadget’), aunque algunas más acertadas que otras.

De entre todas destaca la electrónica con tintes oscuros realizada por Trent Reznor y Atticus Ross para la banda sonora de la película ‘La Red Social’ (2010), con la que ganaron el Oscar y que aparece en una de sus mejores escenas, la de la competición de piraguas entre Harvard y Hollandia Roeiclub.

 

También existen versiones rockeras, como la de grupos como The Who (1967), Apocalyptica (2000) y Electric Light Orchestra (1973), que incluye un pequeño fragmento de ‘La mañana’, cada uno en su estilo y, por tanto, muy diferentes entre sí, pero todas ellas interesantes, y otra a ritmo de ska de Madness (2009), más lograda que la de ‘El lago de los cisnes’, e incluso en clave R&B para la banda sonora de la película ‘Trolls’, titulada ‘Hair up’ (2016), de Justin Timberlake, Gwen Stefani y Ron Funches.

 
 

Y por si una ración de ska no fuera suficiente, el grupo Ska-P también usó ese fragmento tan conocido, y que encaja perfectamente en el estilo, para su canción ‘Simpático Holgazán’ (1998). Otro de los fijos en el reportaje, Rainbow, también se atrevió a recrear los dos temas en ‘Hall of the Mountain King’ (1995) de su disco ‘Stranger in us all’, con arreglos del guitarrista Ritchie Blackmore en lo que fue su último trabajo en el mundo del rock antes de pasarse a la música renacentista de Blackmore's Night.

Tanto ‘La mañana’ como ‘En la gruta del rey de la montaña’ son movimientos que pertenecen a la suite nª1. De la segunda, el grupo Emerson, Lake & Palmer puso letra a la ‘Canción de Solveig’ en ‘The Sage’ (1971), al igual que Jane Birkin años después en ‘Lost song’ (1987). Wax Tailor también la ‘sampleó’ en su tema electrónico ‘Sometimes’ (2007) y un genio del jazz como Duke Ellington hizo su propia versión (1961).

Johannes Brahms

 
 

El compositor alemán Johannes Brahms (1833-1897) es el gran héroe de muchos padres, aunque no lo sepan, gracias a su famosa ‘Canción de cuna’ (‘Wiegenlied: Guten Abend, Gute Nacht, Op. 49, nº 4’), que compuso para su amiga (originalmente era para piano y voz), y amor de juventud, la soprano Bertha Faber, por el nacimiento de su segundo hijo en 1868, y que se ha convertido en la más popular en todo el mundo. Unas dulces notas que cuentan con versiones de Céline Dion (‘Brahms’ lullaby’, 1998), Elvis Presley (‘Five sleepy heads’, 1968), Camilo Sesto (‘Buenas noches’, 1970) y que también sirve de hilo conductor musical en el vídeo de ‘Sweet dreams’ de Beyoncé (2008).

 
 

Considerado el más clásico de los compositores románticos (en contraposición a los adalides del bando progresista, Franz Liszt y Richard Wagner, en la llamada ‘Guerra de los románticos’, una disputa sobre si mantener o romper con la herencia de Beethoven, algo así como lo que sucedió en el mundo del hip hop entre la costa este y oeste de Estados Unidos en los 90, aunque sin violencia de por medio) e influenciado por figuras como Beethoven, Haydn y Mozart, otra de sus obras más famosas, ‘Las Danzas Húngaras’, en concreto la nº 5 en Fa sostenido menor, ha sido llevada al terreno de la electrónica más ruidosa por Steve Aoki, Angger Dimas, Dimitri Vegas & Like Mike en la canción ‘Phat Brahms’ (2013), además de sonar a través del violín, y la guitarra, de Mägo de Oz en ‘El Santo Grial’ (1998).

 

En el caso de Santana, se basó en la ‘Sinfonía nº 3 en fa mayor, opus 90’ para una de las canciones, ‘Love of my life’, de su mítico disco ‘Supernatural’ de 1999, para la que contó con Dave Matthews y Carter Beauford. Y, por último, Alicia Keys ‘samplea’ en ‘Karma’ un fragmento del primer movimiento del ‘Concierto para violín in re mayor, Op. 77’.

En el apartado de chismes, de Brahms se sabe que estaba muy enamorado de la pianista Clara Wieck, la mujer de su mentor, el compositor alemán Robert Schumann (que tuvo unos últimos años de vida muy difíciles, con episodios de locura –por su trastorno bipolar–, un intento de suicidio lanzándose al río Rin y finalmente acabó internado en un asilo mental) y con la que, tras la muerte de su marido, nunca contrajo matrimonio. Casi todas sus obras pasaban primero por ella antes de estrenarlas, aunque parece que no se puede concluir de forma rotunda por las cartas que después se han conocido que intercambiaron que existiera un adulterio con Schumann todavía vivo (aunque también hay quien afirma que ).

 

Frédéric Chopin

 
 

Y la última parte está dedicada a probablemente los dos compositores y virtuosos del piano más influyentes de la historia. En lo que respecta al polaco Frédéric Chopin (1810-1849), que curiosamente odiaba tocar el instrumento en público y que era conocido por su mal carácter cuando impartía clases (hasta el punto de romper sillas y lo que tuviera a mano si el alumno fallaba muchas notas), su legado, casi dedicado en exclusiva al piano, está sobre todo presente en dos grandes bandas británicas, Radiohead y Muse. En el caso de los primeros, la canción ‘Exit music (for a film)’ (1997) está claramente inspirada en el ‘Preludio nº 4 en mi menor’, del que se dice que despierta sentimientos de angustia y que recibió posteriormente el sobrenombre de ‘asfixia’ por parte del director y pianista Hans von Bülow, palabra que, no creemos que sea casualidad, aparece en la letra de la canción de los de Oxford: «We hope that you choke / that you choke».

 
 

Su aportación a la música de Muse consiste en el ‘Nocturno en mi bemol mayor Op. 9 nº 2’, que la banda de Devon incorporó como ‘outro’ a su canción ‘United States of Eurasia’ (2009), titulada ‘Collateral damage’, con las mismas notas de piano al que acompañan con cuerdas y sonidos de aviones. Además, el ‘Preludio’ que precede en el disco de 2012 ‘The 2nd law’ a la canción ‘Survival’ (en directo acompaña a ‘Starlight’) incluye la maravillosa melodía del ‘Estudio Op. 10 n.º 3 en mi mayor’, y ‘Piano thing’ se basa en el ‘Estudio Op. 25 nº 12 (Océano)’.

 
 

Chopin, del que siempre se destaca la extrema sensibilidad de su música y que ocupa un lugar de privilegio entre los compositores románticos, también es coautor de uno de los grandes éxitos del cantante norteamericano Barry Manilow, que en ‘Could it be magic’ (1973) hace sonar en la introducción los acordes del ‘Preludio Op. 28, nº 20 in do menor’ (del que existen unas variaciones compuestas por el mismísimo Rachmaninoff), que seguramente conocía de sus años en la academia de música.

 
 

No es algo desdeñable, ya que Manilow figura entre los artistas que más discos ha vendido en la historia, superando las 85 millones de copias de sus trabajos. Y lo curioso es que una pieza que refleja tanta tristeza acabara convirtiéndose en todo un ‘hit’ del pop, con incluso versión para la pista de baile de Donna Summer (1976) y de una de esas ‘boy bands’ que triunfaron en los 90, Take That (1992), que seguro que se encuentran en el ‘top 3’ del imaginario colectivo de un fenómeno que ha perdido fuelle en los últimos años.

Y, por último, el italiano Adriano Celentano también se inspiró en los acordes del ‘Preludio Op. 28, nº 20 en do menor’ para su canción ‘Ti penso e cambia il mondo’ (2011) y, siguiendo en Europa, el tema ‘Jane B’ de la británica Jane Birkin y el francés Serge Gainsbourg (los autores de la famosa, y erótica, ‘Je t'aime ... Moi Non Plus’ y padres de Charlotte Gainsbourg) también toma elementos del ‘Preludio Op. 28 Nº4 en mi menor’.

Serguéi Rachmaninoff

 
 

Otro de los grandes maestros del piano fue el ruso, nacionalizado estadounidense apenas unas semanas antes de fallecer, Serguéi Rachmaninoff (1873-1943), que gracias a sus gigantescas manos alcanzaba a tocar una treceava, es decir, hasta 13 de las teclas blancas del piano (podía abarcar hasta 30 centímetros entre el meñique y el pulgar), es una de las principales influencias de los primeros discos de Muse, especialmente en canciones como ‘Space dementia’ y ‘Megalomania’ (2001), que se inspiran en el primer movimiento, y ‘Explorers’ (2012), en el segundo, del ‘Concierto para piano nº2‘ , aparte de en solo de piano de ‘Butterflies and hurricanes’ (2003) y en ‘Exogenesis: Symphony’ (2009), y cuyas piezas eran interpretadas a menudo por Matt Bellamy en los conciertos, como por ejemplo el ‘Preludio en sol menor’, que también introdujeron en cierta forma en el interludio de la versión ‘Grand Omega Bosses Edit’ de la canción Assassin (2005), y el ‘Preludio Op.3 No.2 en do sostenido menor’. No obstante, el cantante ha admitido que, como pianista, no juega en la misma liga que Rachmaninoff, y lo cierto es que se trata de un instrumento al que cada vez recurre menos en discos y conciertos.

 
 

Pero si por algo es conocido (o por lo menos ha sido más escuchado, aunque sea sin saberlo) es porque su música está presente en una de las baladas más famosas de la historia, ‘All by myself’ (1975), de Eric Carmen, también popularizada posteriormente por Céline Dion (1996) e interpretada por leyendas como Frank Sinatra e incluso con versión en castellano de Luis Miguel (‘Perdóname’, 1987), cuya estrofa se basa en el segundo movimiento del ‘Concierto para piano y orquesta nº 2’, con el que el compositor romántico ya alcanzó la fama en su época.

Y visto el éxito, el cantante repitió jugada en su canción ‘Never gonna fall in love again’ (1975), basándose en el tercer movimiento de la misma obra y con el detalle de que, esta vez, el ruso sí aparece en los créditos. Sin embargo, para ‘All by myself’ no se libró de acabar pagando un 12% de los ingresos por la canción, al igual que de ‘Never gonna fall in love again’, a los herederos del compositor ruso. El motivo es que cuando la grabó pensaba que esa obra era de domino público pero, desafortunadamente para él, resultó que no, y recibió una llamada de sus representantes (o de la SGAE, por qué no) solicitando el pago de los ‘royalties’.

 
 

Pero aunque Rachmaninoff logró el reconocimiento mundial, el camino hacia la fama no fue nada sencillo. En una primera etapa sufrió un bloqueo creativo tras el fracaso de sus primeras obras, ridiculizadas por la crítica –en parte por la contribución del director ruso Aleksandr Glazunov, del que se dice que dirigió ebrio la primera sinfonía (algo no tan extraño, puesto que uno de sus alumnos en el Conservatorio de San Petersburgo, el célebre Dmitri Shostakóvich, contó que escondía una botella de vodka debajo de su escritorio y lo sorbía a través de un tubo durante las clases. Nos quitamos el sombrero ante él), o que incluso se trató de una especie de boicot por su rivalidad–, lo que le llevó a una depresión de varios años que solo superó mediante terapia de hipnosis. El resultado de su recuperación fue ese ‘Concierto para piano y orquesta nº 2’, que dedicó a su psiquiatra, Nikolái Dahl. Existe también la teoría conspiranoica de que la música podría haber sido inspirada directamente por el médico en las sesiones de hipnosis, pero eso más bien parece una película de Christopher Nolan.

 

Y cuando todo parecía marchar bien, el compositor tuvo que exiliarse en Estados Unidos en 1918 tras la Revolución rusa, donde vivió hasta el día de su muerte y que se caracterizó por ser un periodo poco creativo en el que apenas completó seis obras (tres cuartas partes de su repertorio ya lo escribió antes de ese año), al tiempo que su música fue prohibida por el nuevo régimen en la URSS. Allí desarrolló una fructífera carrera como concertista, dedicando la mayor parte de su tiempo a dar conciertos y a grabar discos. En cambio, era absolutamente reacio a que sus actuaciones se retransmitieran por la radio, al considerar que su sonido era deficiente. Por eso, seguramente no le hubiera hecho gracia que ‘All by myself’ sea una de las canciones más radiadas de la historia.

Y de bis…

 
 

Ya que se ha mencionado a lo largo del reportaje, nada mejor que acabar con la ‘Sinfonía del Nuevo Mundo’ (‘La Sinfonía n.º 9 en mi menor, Op. 95’), compuesta en 1893 por el checo Antonín Dvorak (1841-1904), con ese inicio maravilloso del cuarto movimiento (‘Allegro con fuoco’), ‘copiado’ años después por John Williams para la banda sonora de ‘Tiburón’, y esos metales poderosos del tema principal que sirven de base para Ludacris en ‘Coming 2 America’ (2001) y también para Miri Ben-Ari y Pharoahe Monch en su canción ‘New world symphony’ (2005). El primer movimiento también fue empleado por el grupo de hip hop británico The Streets en su canción ‘Same old thing’ (2002). Quién le iba a decir al compositor, como buen nacionalista checo, que su música iba a encajar tan bien entre rimas.