Todo lo que debes ver y escuchar de Trent Reznor

 
 

Las canciones, los vídeos y los conciertos de Nine Inch Nails, las bandas sonoras junto a Atticus Ross y la enorme contribución a la música iluminan la figura del gran icono del rock industrial


¿Qué se puede decir de alguien que ha sido capaz de inspirar al artista más innovador de la historia, con el permiso de los Beatles, y una de las referencias de la cultura popular del siglo XX –el más importante para los británicos– y de principios del XXI? Pues que es un genio. De haber escrito el reportaje hace una década, hablaría solo de su grupo insignia, Nine Inch Nails (NIN), pero la carrera de Trent Reznor (Mercer, Pensilvania, 1965) se ha desarrollado, y prácticamente centrado, en los últimos años en el ámbito de la composición de bandas sonoras para la televisión y el cine junto al inglés Atticus Ross, con un balance de un Globo de Oro y un Oscar por ‘La Red Social’, en 2011, y un Grammy por ‘The Girl with the Dragon Tattoo’, en 2013, además de otros premios, nominaciones y numerosas buenas críticas; y en otro proyecto musical interesante, How to Destroy Angels, en el que participan su esposa, Mariqueen Maandig, y también Ross.

Lo que permanece invariable a lo largo del tiempo es la rabia, oscuridad y, por qué no, nihilismo (cómo olvidar su «God is dead / and no one cares» de la canción ‘Heresy’) en su música, donde destaca el rock industrial, el metal y la electrónica, pero que sabe combinar perfectamente con momentos para la melancolía y la catarsis sentado al piano. «No hay hueco en Nine Inch Nails para canciones felices», declaró hace mucho tiempo a ‘Rolling Stone’. Una felicidad que, sin embargo, parece haber encontrado en el plano personal, tras superar su peor época de autodestrucción (hasta incluso plantearse el suicidio en una casa con vistas al mar que alquiló para componer canciones para el álbum ‘The fragile’) y adicciones por la enorme presión mediática y de su discográfica hasta el punto de tocar fondo con una sobredosis de heroína antes de un concierto en Londres en el año 2000.

Y también en lo musical, con un estilo que ha evolucionado desde que aprovechaba sus ratos libres como ingeniero asistente y conserje en un estudio de grabación en Cleveland para darle forma a las ‘demos’ de lo que sería ‘Pretty hate machine’, el primer disco de NIN, o durante su trabajo como productor, e ideólogo, en los inicios de Marilyn Manson, hasta reinventarse como compositor de bandas sonoras y firmar la mejor de 2019 gracias a la serie de HBO ‘Watchmen’.

Por cierto, el artista innovador del principio del texto se trata de David Bowie, quien es también una de las mayores influencias de Reznor y aseguró que la música de Nine Inch Nails «contiene una belleza que atrae y repele por igual». El disco por el que se fijó en NIN no podía ser otro que ‘The Downward spiral’, lo que le llevó a compartir una gira por Estados Unidos –‘Outside tour’– con la banda, en la que incluso tocaban juntos algunas canciones de ambos repertorios. El motivo de todo, que el británico quería hacer algo arriesgado, al igual que sus discos en los 90, y enfrentarse a un nuevo público que quizás solo conocía su nombre, pero no su música (apenas tocaba un par de sus grandes clásicos). Todo un ejemplo para Reznor de lo que diferencia a alguien que solo se dedica a entretener a las masas, de lo que significa ser un verdadero artista, como Bowie. Y lo que parece evidente es que escuchar la música de Nine Inch Nails y Trent Reznor es asomarse al abismo de lo inesperado. No existe ninguna frontera musical.

 
 

La capacidad de crear del norteamericano es admirable, hasta el punto de que en muchos momentos parece que ha desparecido de la faz de la Tierra y, de repente, anuncia por sorpresa que publica dos nuevos discos instrumentales, ‘Ghosts V: Together’ y ‘Ghosts VI: Locusts’ –doce años después de los anteriores volúmenes, ‘Ghosts I-IV’ (casi dos horas de experimentación pura y dura que más bien podría ser una banda sonora, lo que supuso un punto de inflexión para el posterior salto al cine y la televisión de Reznor)–, que pueden descargarse gratis desde la web de NIN, en un momento en el que cada lanzamiento inspirado por la pandemia mundial es peor que el anterior. Por suerte, no es el caso de estos dos trabajos experimentales –muchas de las canciones superan los diez minutos–, que invitan a la reflexión, logrando captar, por un lado, la ansiedad y desesperación de estas semanas extrañas, pero que también respiran el optimismo necesario para no perder la esperanza de que todo volverá a la normalidad.

El próximo reconocimiento a la trayectoria de Reznor tendrá lugar cuando se celebre la ceremonia en la que Nine Inch Nails, tras tres nominaciones, entrará a formar parte del Rock & Roll Hall of Fame, que estaba prevista inicialmente para el pasado 2 de mayo, pero que ha sido aplazada ‘sine die’. Un premio que lo eleva a la categoría de leyenda.

 

Ruido de destrucción masiva… con alma pop

La música de Nine Inch Nails es fundamental para entender la evolución del rock industrial en las últimas tres décadas y cómo se convirtió en un estilo accesible para todos los públicos. Se trata de un universo sonoro complejo que mezcla el metal y la electrónica –de una forma tan entrelazada que a veces es difícil discernir entre si se trata de un sonido generado por un ordenador o un instrumento real–, pero en el que tiene cabida casi cualquier género musical, incluso el jazz, el punk, el funk y el synth-pop, con ritmos densos, guitarras muy ruidosas, bases electrónicas, sintetizadores y una forma de cantar visceral y única.

En cuanto a las letras, los temas son variados, desde críticas a las políticas de EE UU y el abuso de poder en la época de George W. Bush (‘Capital G’) hasta el alto contenido sexual de ‘Closer’, además de la religión (‘Heresy’, ‘Terrible lie’, ‘God break down the door’…), el capitalismo (‘Head like a hole’), la fama (‘Starfuckers, INC’), las adicciones (‘The perfect drug’…) y la autodestrucción (‘Mr. Self Destruct’). Mención especial merece ‘Hurt’, con esas líneas iniciales que ponen un listón demasiado alto incluso para el resto de la canción: «I hurt myself today / To see if I still feel» (Me hice daño a mí mismo / para ver si todavía sentía algo). Y otras de nuestras favoritas: «Grey would be the color if I had a heart» (El gris sería el color si tuviera corazón), de ‘Something I can never have’); «What if everything around you / isn't quite as it seems?... And if you look at your reflection / Is it all you want it to be?» («¿Qué pasa si todo lo que te rodea no es lo que parece / y si miras tu reflejo, ¿es todo lo que querías ser?»), de ‘Right where it belongs’…

Precisamente, este último tema aparecía en el satírico capítulo de ‘Black Mirror’ de su quinta temporada titulado ‘Rachel, Jack y Ashley Too’, en el que todo el protagonismo era para la canción oscura y antisistema ‘Head like a hole’, del disco ‘Pretty hate machine’, que era versionada como un himno de pop chicloso adolescente, titulado ‘On a roll’, que cambiaba el contundente «I’d rather die than give you control» (Prefiero morir antes de darte el control) por un mensaje más optimista sobre estar en racha y creer en uno mismo para lograr los objetivos, cantado por una estrella de pop ficticia en plena crisis emocional llamada Ashley O, interpretada por Miley Cirus.

God money I'll do anything for you / Oh honey, I'll do anything for you

God money just tell me what you want me to / Oh honey, just tell me what you want me to

God money nail me up against the wall / Oh honey, kiss me up against the wall

God money don't want everything he wants it all / Oh honey, don't think anything, just have it all

Head like a hole / Hey, yeah, whoa-ho

black as your soul / I'm on a roll

I’d rather die / Ridin’ so high

than give you control / achieving my goals

 

We and our partners use cookies to personalize your experience, to show you ads based on your interests, and for measurement and analytics purposes. By using our website and our services, you agree to our use of cookies as described in our Cookie Policy.

 

We and our partners use cookies to personalize your experience, to show you ads based on your interests, and for measurement and analytics purposes. By using our website and our services, you agree to our use of cookies as described in our Cookie Policy.

 

La aparición del tema en Netflix hizo que aumentaran las reproducciones y hasta un 300% las visualizaciones en YouTube de la original. Incluso la banda lanzó al mercado una camiseta conmemorativa, con las nuevas letras del estribillo impresas. Pero no se trata del único fenómeno de popularidad que sucedió a NIN en 2019, ya que la canción más escuchada en Estados Unidos (19 semanas seguidas en el número uno de la principal lista de éxitos, el Hot 100 de Billboard), ‘Old Town Road’, del rapero Lil Nas X, cuenta con la colaboración del cantante de country (y padre de Miley) Billy Ray Cyrus y contiene un ‘sample’ del banjo que suena en el corte número 34 del álbum instrumental ‘Ghosts I-IV’. En un giro inesperado del destino se ha convertido en la primera canción con la que Reznor alcanza el número uno. Y, más sorprendente si cabe, con la que ha ganado un premio de música country (Country Music Association Award).

 

Siguiendo con el fenómeno pop, más atrás en el tiempo, en 1990, Nine Inch Nails apareció en el programa Dance Party USA de la televisión norteamericana, un vídeo del que seguro que Reznor (que aparece con un peinado a lo Skrillex) ya se había olvidado, pero que volvió a publicarse en internet hace unos años. Sin duda, su actuación más surrealista, rodeado de adolescentes dándolo todo en la pista de baile.

 
 

(Intento de) Análisis de la discografía de Nine Inch Nails

Al entrar en detalle en la discografía de NIN (que ha vendido durante toda su trayectoria más de 20 millones de discos), se da la circunstancia de que los trabajos más flojos son los dos últimos publicados en formato LP, ‘The Slip’ (2008) y ‘Hesitation marks’ (2013), que aunque incluyen buenas canciones, como ‘1,000,000’ y ‘Discipline’ en el caso del primero (lanzado de forma gratuita), y ‘Copy of A’ y ‘Came back haunted’ en el del segundo, en su conjunto mostraban cierto agotamiento de ideas de Reznor y la repetición de fórmulas ya desgastadas. Por ese motivo, seguramente, los siguientes trabajos publicados fueron tres EP más experimentales: ‘Not the actual events’ (2016), en el que la banda recupera su sonido más agresivo, ‘Add violence’ (2017) y ‘Bad Witch’ (2018), dejando buenas canciones como ‘Less than’, ‘The lovers’, ‘Shit mirror’, ‘God break down the door’ y ‘Ahead of ourselves’.

 
 

El siguiente bloque estaría formado por los discos que muestran dos caras diferentes de Nine Inch Nails. Por un lado ‘With teeth’ (2005) –el primer álbum que Reznor compuso totalmente sobrio–, claramente el que apuesta por un rock más crudo y directo de toda su discografía (con el gran aliciente de escuchar la fuerza que siempre imprime Dave Grohl en la batería), con temas sobresalientes como ‘Only’ y ‘The hand that feeds’. Y, por el otro, el más experimental, ‘Year Zero’, que sin olvidarse de las guitarras (‘Survivalism’ y ‘The beginning of the end’), incluye nuevos matices electrónicos en el sonido de la banda, especialmente en canciones como ‘Me, I’m not’, ‘Vessel’ y la infravalorada ‘In this twilight’.

Y llegamos a la mejor parte, las auténticas descargas de energía y ruido. ‘Broken’ (1992) es un EP que cuenta con el rock más metalero de la banda y verdaderos trallazos como ‘Wish’ y ‘Gave up’. Con un sonido más electrónico y mayor peso de los sintetizadores y cajas de ritmo, se nota en su debe que es de finales de los ochenta, ‘Pretty hate machine’ (1989) funciona del mismo modo que ‘Broken’, con himnos de synth-pop como ‘Head like a hole’, ‘Terrible lie’ y ‘Sin’, y las notas suaves al piano y la gran carga emocional de ‘Something I can never have’ como lo más destacado.

 

‘The Fragile’ (1999) es el trabajo más ambicioso, grandilocuente y creativo de NIN, un álbum doble –y, evidentemente, irregular–, con momentos instrumentales preciosistas y oníricos (‘La Mer’, ‘The Great Below’…) y otros más demoledores (‘Just like you imagined’ y ‘The mark has been made’), además de la característica agresividad y rabia de la banda en canciones como ‘The wretched’, ‘Starfuckers Inc’ y ‘We’re in this together’ y puñetazos directos a la cara como ‘The way out is through’ y ‘The day the world went away’. La producción es espectacular, y más refinada, con numerosos pequeños matices y detalles musicales (incorpora más instrumentos que en cualquier trabajo anterior) en cada una de las canciones y elementos que se repiten a lo largo del disco con variaciones, como si se tratara de una pieza de música clásica.

Y lo mejor, sin duda, es ‘The downward spiral’, que supuso un antes y un después para la banda y para el rock industrial, llamando la atención del mundo de la música, incluido David Bowie. La lista de éxitos es inacabable: la batería frenética de ‘March of the Pigs’ y polirrítmica en ‘Piggy’; las pegadizas ‘Heresy’ y ‘Closer’; la contundencia de ‘Mr. Self Destruct’ y ‘Reptile’ y, por supuesto, ‘Hurt’, de la que años después se adueñaría Johnny Cash. Y la fuerza, oscuridad y violencia de su sonido, inimitable.   

 

La impronta visual de grandes figuras

Dos nombres sobresalen en la videografía de Nine Inch Nails: David Lynch y David Fincher. El primero se hizo cargo del vídeo de la canción ‘Came back haunted’ y el segundo del de ‘Only’, y ambos rebosan la marca personal de sus creadores. Por un lado, ese toque oscuro y surrealista característico de Lynch (¿eso que aparece es una chica insecto?), con todo tipo de imágenes que no son aptas para epilépticos; y por el otro, el uso inteligente de la tecnología (prácticamente todo es CGI) para experimentar y jugar con diferentes objetos de una oficina que cobran vida al ritmo de la canción. La banda también ha contado con otra figura relevante de la industria musical, Mark Romanek, quien ha trabajado para Michael Jackson, Beck, Lenny Kravitz, RHCP y Madonna y ha dirigido películas como ‘Retratos de una obsesión’ y ‘Nunca me abandones’, y se encargó del vídeo más mítico y perturbador (aunque en los 90 casi todos eran así) de NIN, ‘Closer’, además de ‘The perfect drug’, un tema incluido en la banda sonora de la película ‘Carretera perdida’ de David Lynch.

 
 

También ha sido importante la contribución de Gary Talpas, quien diseñó el logo original de la banda, uno de los más icónicos de la historia del rock (omnipresente en los años 90 y por eso en la película ‘Capitana Marvel’ la protagonista viste una camiseta del grupo), a partir de una idea de Reznor, quien se inspiró en la tipografía del álbum ‘Remain in Light’ de Talking Heads.

Los otros directores artísticos de la banda son Rob Sheridan (1999-2014) y John Crawford (2016 hasta la actualidad).


Conciertos inmersivos y viscerales

 
Trent Reznor (y un cámara), durante el concierto de Nine Inch Nails en el Mad Cool en 2018. / ANDRÉS IGLESIAS

Trent Reznor (y un cámara), durante el concierto de Nine Inch Nails en el Mad Cool en 2018. / ANDRÉS IGLESIAS

 

Si por algo destaca Nine Inch Nails es por sus directos, siempre cargados de muchos decibelios y que desbordan agresividad e intensidad. La banda combina un sonido arrollador –todas las canciones suenan mejor que en los discos, especialmente las antiguas, que crecen gracias a los arreglos más orgánicos para el directo– con una iluminación y una propuesta visual espectacular, buscando siempre una experiencia inmersiva para el público (al que genera diferentes estados de ánimo por los cambios constantes de registro musical), ya sea simplemente a través de alguien sobre el escenario que coloca la cámara en la misma cara de Trent Reznor y el resto de los músicos o mediante una producción más tecnológica, con cortinas leds y pantallas interactivas, gracias a sensores y cámaras, que reaccionan a sus movimientos (como por ejemplo jugando con el concepto de ruido blanco) o simplemente proyectando imágenes perturbadoras sobre un telón, como George W. Bush bailando un vals.

De una gira a la siguiente, siempre muy espaciadas en el tiempo (en 2009 se llegó a anunciar que ya no habría más, con el típico ‘tour’ de despedida), lo único seguro es la calidad y visceralidad –como la mítica actuación con todos los músicos cubiertos de barro y destrozando sus instrumentos en el Woodstock de 1994– de los conciertos, a pesar de los cambios constantes de formación (con casi 30 músicos diferentes a lo largo las décadas), en la que el único miembro fijo, obviamente, es Trent Reznor, que sigue siendo un torrente de energía sobre el escenario, aunque ya no destruya guitarras y teclados al por mayor, y en la que parece que se han consolidado Robin Finck (1994-2000 y desde 2008 hasta la actualidad), a la guitarra; Alessandro Cortini (2004-2008 y 2013-presente), con los teclados, sintetizadores y el bajo; Illan Rubin (2009-presente) , a la batería y ocasionalmente la guitarra, e incluso Atticus Ross, quien lleva trabajando con Reznor en las labores de producción de los discos de la banda desde ‘With teeth’ y posteriormente también en las de composición y como músico, con los teclados y sintetizadores desde 2017.

Y al contrario que muchas otras bandas que prácticamente repiten el mismo ‘setlist’ cada noche, cualquier canción –ya sea de sus discos, EP, ‘singles’ independientes o aportaciones a bandas sonoras– puede sonar en un concierto de Nine Inch Nails, y algo muy importante, sin renegar de sus grandes éxitos, que suelen ser fijos en el repertorio: ‘Closer’, ‘March of the pigs’, ‘Piggy’, Head like a hole’, ‘Hurt’, ‘Wish’, ‘The hand that feeds’… La mejor prueba está en https://www.ninlive.com/, una web donde se pueden descargar gratis más de 600 conciertos de la banda entre 1988 y 2018, muchos de ellos grabados directamente de la mesa de mezclas o emitidos por radio o televisión.   

 
 

La calma tensa

Aunque los discos de Nine Inch Nails contienen canciones tranquilas e instrumentales envueltas en esa atmósfera tensa e inquietante característica, en la amplia discografía de la banda existe un EP que se centra en esta parte. Su nombre es ‘Still’ (2002) y se incluía en la edición limitada del directo ‘And all that could have been’, por lo que pasó casi desapercibido. Sin embargo, se trata de un trabajo que muestra una cara distinta de Reznor –que explotaría más adelante en su carrera como compositor de bandas sonoras–, una más humana e íntima, con un sonido crudo y una producción más minimalista que sus anteriores trabajos.

El disco consiste en deconstrucciones de temas conocidos de la banda como ‘Something I can never have’ –que canta con más dolor incluso que en la original–, ‘The fragile’, ‘The becoming’ y ‘The day the world went away’, en los que con una instrumentación acústica –con más piano y teclado que guitarra y una percusión muy básica– adquieren nuevos matices sin perder toda su intensidad, además de una canción nueva, ‘And all that could have been’, una joya que la banda no interpretó en directo hasta 2018, y cuatro instrumentales que realzan esa habilidad especial de Reznor de inquietar incluso con pasajes musicales de gran belleza: ‘Adrift and at peace’,  ‘Gone, Still’, ‘The persistence of loss’ y ‘Leaving hope’. Se trata de la prueba inequívoca de que más allá de todas las programaciones, ‘samples’ y capas de efectos de sonido que hay detrás de las canciones de NIN, pueden reducirse al mínimo exponente y seguir sonando igual de bien.


Una mente creativa privilegiada

Trent Reznor es multiinstrumentista (además del piano y la guitarra, toca el saxofón, la tuba y la marimba) y su influencia en la música no solo se limita a sus discos, sino que incluso jugó un papel importante en el lanzamiento de la plataforma de ‘streaming’ Apple Music (y previamente en Beats, que fue comprada por la compañía de la manzana). Es el culpable del sonido de Marilyn Manson tras producir su primer álbum, ‘Portrait of an american family’, y varias canciones de los dos siguientes, ‘Smells like children’ y ‘Antichrist Superstar’, uno de los más destacados de los años 90 y que incluye la canción ‘The beautiful people’, antes de que su relación se deteriorara. También fue productor en los 90 de bandas como Two (en la que cantaba Rob Halford, de Judas Priest) y Prick.

Otra de sus colaboraciones más famosas es con David Bowie en la canción ‘I'm afraid of americans’, a mediados de los 90, en la que aparecía en el videoclip oficial y se encargó de uno de los ‘remixes’ que con el tiempo se convirtió en la versión más conocida de la propia canción (es la incluida en varios de los recopilatorios de grandes éxitos del inglés). Asimismo, fue responsable del ‘remix’ del tema ‘The Hearts filthy lesson’ del álbum ‘Outside’ de Bowie.

Entre sus proyectos paralelos, Reznor formó parte de una superbanda llamada Tapeworm durante casi una década, pero que no llegó a publicar ninguna canción. La aventura contó con varios músicos de los directos de NIN, como Danny Lohner y Charlie Clouser, además de colaboradores de la talla de Maynard James Keenan, cantante de Tool y A Perfect Circle; Phil Anselmo, de Pantera, Atticus Ross y Alan Moulder. La canción más conocida del proyecto fue ‘Vacant’, de la que finalmente apareció una versión titulada ‘Passive’ en el disco ‘Emotive’ de A Perfect Circle.

En la lista de grupos y solistas con los que ha trabajado figuran Saul Williams, a quien coprodujo su álbum ‘The inevitable rise and liberation of Niggy Tardust!’; Zack de la Rocha, cantante de Rage Against the Machine, con el que colaboró para publicar un álbum en unas sesiones de estudio que solo cristalizaron en la canción ‘We want it all’, y Queens of the Stone Age, cantando en el tema ‘Era vulgaris’ del disco del mismo nombre, y ‘Kalopsia’ y ‘Fairweather friends’ de ‘…Like Clockwork’, un LP para el que se barajó la posibilidad de que incluso fuera el productor. Con Josh Homme también colaboró en la banda sonora del documental ‘Sound City: Real to Reel’, dirigido por Dave Grohl. El trío simplemente hace magia en la canción ‘Mantra’, que suena a Reznor en estado puro pese a sus dos ilustres compañeros. ¿A qué esperan para formar una banda?

 
 

Su otro proyecto propio es How to Destroy Angels, junto a su mujer, Mariqueen Maandig, Atticus Ross y Rob Sheridan, que publicó su único álbum, titulado ‘Welcome Oblivion’, en 2013, con marcado aroma a trip hop (o postindustrial) y totalmente experimental. El disco mantiene algunas de las constantes de la carrera de Reznor, como esas atmósferas oscuras aunque con un sonido menos duro (no hay ni rastro de esos riffs de guitarra potentes ni de las baterías atronadoras de NIN). Uno de los alicientes del proyecto es la voz sensual de Maandig, el contrapunto perfecto al manto musical oscuro y la frialdad de los sonidos electrónicos que predominan a lo largo del disco.

 

Bandas sonoras con ADN propio (y Atticus Ross)

Las bandas sonoras de Trent Reznor –previamente ya había trabajado, o contribuido con canciones, en películas como ‘Asesinos natos’, ‘El cuervo’, ‘Carretera perdida’, ‘Tomb Raider’ y ‘El fuego de la venganza’–  y Atticus Ross (‘El libro de Eli’, ‘Blackhat: Amenaza en la red’, ‘Triple 9’, ‘Broken City’, ‘Black Mirror’, ‘Fear the Walking Dead’…) no son para nada las típicas del cine. No hay melodías fácilmente recordables para presentar a un personaje como las de John Williams, ni la épica orquestal de Hans Zimmer, ni la genialidad e imaginación de Danny Elfman. En la música del prolífico dúo, todo son atmósferas minimalistas, electrónica con muchos sintetizadores, versiones ‘customizadas’ de grandes clásicos y, por supuesto, mucho ruido, aunque Reznor no descarta hacer algo más tradicional en el futuro si la película así lo requiriera.

Que desde 2010 David Fincher siempre cuente con ellos (‘La Red Social’, ‘Millennium’, ‘Perdida’…) para sus películas es buena prueba de la calidad de sus composiciones, a lo que hay que unir otros trabajos destacados en cintas como ‘Día de Patriotas’, ‘A Ciegas’, ‘Waves’ y ‘En los 90’ (son solo cuatro temas de ese piano melancólico característico de muchos de los discos de NIN) y documentales como ‘The Vietnam War’, docuserie, para ser precisos, sobre la infame contienda bélica de los años sesenta, y ‘Antes que sea tarde’, sobre el cambio climático, en el que también participan Gustavo Santaolalla y el grupo escocés Mogwai.

 
 

Reznor y Ross le pusieron incluso música a la llegada de la sonda espacial ‘Juno’ a Júpiter y participaron con la canción ‘Green lines’ en un proyecto artístico de Banksy titulado ‘The Walled Off Hotel’, un hotel en la ciudad de Belén (Cisjordania) ubicado frente al muro que divide Israel y Palestina, «las peores vistas del mundo», según el grafitero. El tema sonaba en el piano del bar.

Su última maravilla es la música hipnótica de la primera, ¿y única?, temporada de ‘Watchmen’, creada por Damon Lindelof como secuela de la novela gráfica, en la que muestran una mayor versatilidad de sus registros habituales, aunque no faltan los sintetizadores y la electrónica con tintes de rock, incluyendo varios temas de jazz y blues y el regalo de una versión etérea del ‘Life on Mars’ de David Bowie. Reznor, en solitario o con NIN, también ha participado en videojuegos como ‘Quake’ y ‘Call of Duty Black Ops 2’.

Los próximos proyectos del dúo incluyen la música para la nueva cinta de David Fincher, ‘Mank’, que narra la vida de Herman J. Mankiewicz, guionista de ‘Ciudadano Kane’, y el siguiente filme de animación de Pixar, ‘Soul’, sobre un músico de jazz que al morir pasa a un limbo en el que espera su turno para reencarnarse. Quizás es ahora cuando ha llegado el momento de por fin escuchar sus primeras canciones felices.

 

Las mejores versiones y canciones de sus bandas sonoras