Las mejores bandas escocesas de todos los tiempos

 
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Emprendemos un viaje al norte del Reino Unido, a Escocia, para conocer en detalle la importancia de su música en los últimos 40 años. El rock, el pop, el folk… La oscuridad, a ratos; brillantez, a otros, de su sonido. Las bandas más importantes, discos de referencia y ‘playlist’ completa para comprender por qué hay tanto que escuchar de aquella tierra


Desde España tenemos tendencia a agrupar toda la música y grupos del Reino Unido como un ente único, separado por géneros o épocas. El britpop, la new wave, el trip hop, el acid house, el shoegaze, el dubstep, el punk, el post-rock o el heavy metal son solo algunos de los movimientos musicales cuyo epicentro, cuando no desarrollo absoluto, tuvo lugar en las islas británicas. Sin embargo, cada una de las cuatro naciones que forman el Reino Unido tiene identidad cultural propia, con sus propios subgéneros y bandas cuyo legado forma parte del ADN de cada lugar.

Escocia es la segunda nación más grande del Reino Unido, por detrás de Inglaterra. Consta de algo más de cinco millones de habitantes, una población que se asemeja a la de Madrid o Barcelona con sus anillos urbanos y supone la mitad de personas que habitan solo en Londres. A pesar de ser un país más bien pequeño, su legado musical es tan amplio y de tal calidad que a buen seguro merece ser repasado.

 
 
Primal Scream

Primal Scream

Los clásicos

Vamos a empezar por una banda cuyo origen pocas veces se sitúa en Escocia, sino en Australia, cuando la realidad es que los hermanos Angus y Malcolm Young nacieron en Glasgow. Ambos se mudaron muy jóvenes a Sídney, pero efectivamente, AC/DC tienen mucho de Escocia en su sangre. Es más, Bon Scott, segundo cantante de la banda hasta su trágica muerte a los 33 años, también era escocés. Conoció a los hermanos Young cuando comenzó a trabajar conduciendo la furgoneta del grupo y poco después de darse cuenta Angus de que su mayor talento no estaba con las manos en el volante sino sosteniendo el micrófono, despidieron a su cantante original y dieron al bueno Bon la batuta de un grupo que cambiaría la historia de la música. 

 
 

La década de los 80 fue especialmente brillante en los campos de cultivo musicales escoceses. Simple Minds fueron la cabeza visible del new wave y post-punk en el norte del Reino Unido, si bien es cierto que su sonido era más colorido y, digamos, feliz, que los grupos con la misma etiqueta del resto del país. Tuvieron un éxito comercial brutal a ambos lados del Atlántico. La culpa principal fue de ‘Don't you (Forget about me)’, una canción que inicialmente fue compuesta para Bryan Ferry en su carrera en solitario tras la disolución de Roxy Music, pero que acabó en las manos de Simple Minds, por suerte para ellos. El tema les dio popularidad en EE UU, donde llegaron al número 1 y acabó de posicionarles en el Reino Unido, donde la canción estuvo en las listas de éxitos durante ni más ni menos que tres años. De hecho, se trata de una de las canciones que más tiempo ha permanecido en las listas en la historia de las islas británicas. Dentro del mismo espectro musical merece la pena destacar a Big Country, contemporáneos a Simple Minds, pero con una carrera de menor recorrido, en buena parte por el fallecimiento de su cantante, Stuart Adamson, y el pop más atmosférico de Cocteau Twins.

 
 

De los ochenta son dos de los grupos primordiales, ya no de la música escocesa, sino mundial: Primal Scream y The Jesus and Mary Chain, cuya historia viene unida por el nombre de Bobby Gillespie. Él fue el primer batería de The Jesus and Mary Chain, un grupo pionero del shoegaze y el noisepop. Altamente influenciados por el punk de finales de los 70, su historia, sobre todo inicial, está repleta de clichés del rock. Altercados, polémicas, drogas y peleas dentro y fuera del seno de la banda. Su hiato de casi diez años les hizo madurar y actualmente su telón de ruido y distorsión es difícilmente igualable, como bien pudimos comprobar en el Warm Up Festival de 2019. Bobby Gillespie abandonó la nave de ‘los Jesus’ en 1986 para dedicarse a tiempo completo al que era su proyecto paralelo, en el que era líder, compositor y cantante: Primal Scream. En un movimiento que bien podría ser el error más grande de su vida, Bobby acabó por destaparse como uno de los ‘frontman’ más importantes de los ochenta, noventa, dos mil… terminaré antes si digo que de la historia. El sonido de Primal Scream abrazaba la psicodelia, el pop e incluso el disco, siempre con la figura de Gillespie en el centro del foco. Para ambos grupos Escocia no fue más que un punto de partida desde el cual conquistar el mundo.

 
 

En otra tendencia musical se movían The Waterboys, con influencias del folk y el rock and roll más clásico, pero también con reminiscencias a los sonidos de sus grupos contemporáneos. Ya a finales de los 80 y haciendo un rock más alternativo, más ‘americano’, si quisiéramos llamarlo así, se fundan Teenage Fanclub. Su importancia es poco discutible a niveles creativos, convirtiéndose en una máquina de componer brillantes canciones de pop que marcarían el camino a muchos otros grupos, aunque no es menos cierto que su éxito comercial fue moderado, tirando a modesto. Para muestra de su importancia a nivel mundial, dos curiosidades: Liam Gallagher les nombró la segunda mejor banda del Reino Unido (¿alguien duda que puso a sus Oasis por encima?) y Kurt Cobain confesó que eran sus favoritos. Merece la pena nombrar en este punto a otra grupo escocés, BMX Bandits, banda de power pop nacida de una primera escisión de Teenage Fanclub y con relación también con el líder de Nirvana. «Si pudiese estar en cualquier otra banda, elegiría estar en BMX Bandits», declaró Cobain en alguna ocasión.

A pesar de que significa desviarnos del camino del rock, no sería de recibo terminar los clásicos sin nombrar a Annie Lennox y Eurythmics, un grupo que lideró el synth-pop de los 80 y fue referencia para numerosos artistas posteriores.

 
Belle and Sebastian

Belle and Sebastian

 

Los 90

Los años 90 fueron dominados a nivel británico por el britpop: Oasis, Blur, The Verve, Pulp, Supergrass, Suede… todos conocemos esa historia. Pero en la fría Escocia su línea musical tocaba distintos palos. A nivel de ventas, cabe destacar a Texas, cuyo éxito fue espectacular incluso en España, donde era habitual ver sus discos entre los más vendidos. A lo largo de su carrera, la banda de Sharleen Spiteri ha vendido más de 50 millones de álbumes. Suficiente bagaje como para catalogarles uno de los grupos más importantes de la historia de Escocia.

En 1996 se formó un grupo cuya clase es difícilmente igualable: Belle and Sebastian. Su brillante pop barroco, deudor de los 60, les catalogó como banda de culto dentro de la escena independiente británica desde el inicio de su carrera. La personalidad de sus componentes, reacios a todo aquello que no tenga que ver con la música en sí, reticentes a hacer entrevistas y promoción, ayudó a colocarles como un grupo distinto al resto. Sin ellos, sería difícil imaginar, por ejemplo, a Arcade Fire. Mano a mano con Belle and Sebastian y compartiendo etiquetas sonoras aparecieron en Escocia también Camera Obscura.

 
 

Si hay un grupo de aquellos años y venideros que se quedó a medio camino entre el éxito más absoluto y el cruel anonimato fueron Travis. Cuando los de Glasgow aparecieron en la arena mediática, miraban a los ojos al otro grupo de pop-rock que venía a poner patas arriba las raíces del britpop: Coldplay. De hecho, son muchas las crónicas y críticas de la época que les catalogaban como el grupo joven más importante por encima de Chris Martin y los suyos. Sin embargo, su carrera ha sido inconsistente y llena de altibajos. Eso sí, nos quedamos con el precioso álbum ‘The Invisible Band’ como regalo para nuestras vidas.

 
Mogwai

Mogwai

 

El fuerte acento escocés es una seña de identidad en aquella tierra. No son pocas las bandas que intentan ocultarlo al cantar, pero si hay una a la que no le hizo falta apenas es a Mogwai, uno de los mejores grupos de post-rock a nivel mundial, cuyas canciones son mayormente instrumentales. Desde su debut en 1997, diez son los discos de estudio de los chicos liderados por Stuart Braithwaite. Auténticos monstruos escénicos, capaces de llevar al oyente a viajes entre la paz más absoluta provocada por pasajes melódicos al desgarro auditivo de piezas potentísimas, todo sin ni siquiera cambiar de canción. Otro grupo de culto surgido del norte de la isla británica que desde estas líneas no podemos más que recomendar como banda a la que ver al menos una vez en la vida porque qué es la vida si no eso: una montaña rusa donde las subidas y bajadas de intensidad tapan por completo lo efímero e ilusorio de la estabilidad y la monotonía.

Otras bandas escocesas de los 90 que merece la pena nombrar serían Idlewild, Deacon Blue y Garbage. Sí, Garbage son un caso parecido a AC/DC. A pesar de no ser reconocidos como escoceses, Shirley Manson, su líder y vocalista, nació en Edimburgo, aunque su carrera se construyó y desarrolló en Estados Unidos.

 

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Los nuevos reyes

Ya entrados en el nuevo siglo no son pocos los grandes grupos que han conquistado el mundo tras nacer en Escocia, pero hay tres que han tocado el techo con el que todo músico sueña al comenzar a trastear un instrumento. Franz Ferdinand fueron la patada que echó abajo la puerta del britpop y abrió camino para toda una nueva hornada de bandas británicas ansiosas de pasar página, entiéndase Arctic Monkeys (compañeros de sello), Kasabian, Kaiser Chiefs, Bloc Party, Maxïmo Park o, al otro lado del atlántico, Interpol, The Strokes o los primerizos The Killers. Es complicado aventurarse a decir que esa remesa de bandas son mejores que sus padres del britpop, básicamente, porque sin aquello no existiría esto, pero creedme si os digo que el que escribe tiene cada día más dudas de que eso no sea así. La banda de Alex Kapranos fue el primer empujón del garage revival, por llamarlo de algún modo, aunque bien podríamos dejarlo en indie-rock. Su llegada a lo más alto fue fulgurante, apoyados en su himno más imperecedero, ‘Take me out’, y, aunque su carrera ha sido más inconsistente que otros de sus coetáneos, han continuado editando discos decentes y, sobre todo, dándolo todo en cada escenario que han pisado en los últimos veinte años.

 
 

El segundo grupo escocés más importante de lo que llevamos de siglo sería Biffy Clyro. Simon Neil y los hermanos Johnston han construido una carrera cimentada en el hardcore, pero cuyas plantas superiores, las que le han llevado a llenar estadios y encabezar los festivales más importantes de Europa, han sido construidas en torno al rock más melódico. Biffy Clyro han dado con la fórmula secreta que otros se pasan la vida buscando. Su prolífica discografía está plagada de discos casi perfectos (‘Puzzle’, ‘Only revolutions’, ‘Opposites’…) y canciones que te ganan a la primera escucha (‘Many of horror’, ‘Biblical’, ‘Saturday superhouse’…). Sin embargo, la fuerza de los tres de Kilmarnock reside en su directo, comparable al de muy pocos grupos a nivel mundial. Si no nos crees, compruébalo tú mismo.

 
 

La tercera banda escocesa predominante en los últimos años es Chvrches, que destaca por estar algo más distanciada de los estándares de la música británica contemporánea. Su sonido se aleja de las guitarras y abraza los sintetizadores, aunque Lauren Mayberry, su líder, mantiene una actitud que ya quisieran para ellos muchos ‘rockstars’ de Hacendado (¿para cuándo sustituir ese «de Hacendado» por el más preciso y actual «de Instagram»?). Otro punto a favor de Chvrches, en general, y de Lauren, en particular es su activismo social. La cantante es una reconocida luchadora pro-derechos de la mujer y el colectivo LGTBI y sus letras contienen trazos políticos sin ambigüedades. La música escocesa, de hecho, suele tener un marcado componente de compromiso con su sociedad. En casos como el referéndum por la independencia del Reino Unido o, más recientemente, el ‘Brexit’, los artistas siempre han tenido un papel fundamental, haciendo de su púlpito un lugar donde poder hacer llegar sus ideas a cuanta más gente, mejor.

De arriba a abajo: We Were Promised Jetpacks, Frightened Rabbit y The Twilight Sad.

De arriba a abajo: We Were Promised Jetpacks, Frightened Rabbit y The Twilight Sad.

Chvrches, Biffy Clyro y Franz Ferdinand cuentan con una carrera consagrada, pero hay bandas que, sin llegar al nivel mediático de ellos, sí que han sobresalido por encima del resto por su calidad. Aquí podríamos encuadrar a otros tres grupos destacados que, además, comparten estilo, influencias y sello discográfico: Fat Cat Records. The Twilight Sad destacan por la clase de su oscuro post-rock, con claras influencias del shoegaze, que crea atmósferas que no hacen más que confirmar que hay grupos que desnudan su música desde su mismo nombre (el crepúsculo triste). Nunca han escondido que su techo está más bajo que el de otras bandas («No somos un grupo que guste a todo el mundo, no vamos a llenar estadios como Oasis»), pero en el momento en el que la pandemia puso boca abajo el mundo de la cultura, The Twilight Sad estaba en un gran momento, fichados por el sello de Mogwai y habiendo editado el magnífico ‘It won’t be like this all the time’. El tiempo dirá si son capaces de continuar creciendo. 

La carrera de Frightened Rabbit estará siempre ligada a Scott Hutchison, no en vano la banda en un principio era un proyecto suyo en solitario al que fue añadiendo músicos con el paso de los años. Su indie melancólico estuvo siempre unido a letras con referencias a la depresión que acompañaba de manera perenne a Scott. En mayo de 2018, poco después de comenzar una gira por el décimo aniversario del grupo, Hutchison se quitó la vida dejando un tuit de despedida en el que pedía a la gente que fuese buena con aquellos a quienes quieran, puesto que él no lo había sido y eso le estaba matando. De repente, sus letras cobraron un sentido especial y el legado de la banda viró a mucho más que lo simplemente musical, creando la fundación Tiny Changes, dedicada a la concienciación sobre la salud mental. Como curiosidad, The Twilight Sad estaban hermanados con Frightened Rabbit y desde la muerte de Scott Hutchison han incorporado a su ‘setlist’ una versión de ellos, ‘Keep yourself warm’, porque dicen sentirse en el deber de recordar el trabajo, la vida y la muerte del que fue uno de sus mejores amigos.

 
 

El tercer grupo bajo el manto de Fat Cat Records son, y perdonadme que salga el fan que llevo dentro, los maravillosos We Were Promised Jetpacks. Cuatro discos han publicado ya los de Edimburgo, cuyo sonido, como ellos mismos cuentan, está ligado a la tierra que les vio nacer: «Escocia es un lugar lluvioso y lleno de gente cabreada. Nuestra música suena tal y como nuestro país». Y no le falta razón a Adam Thompson, vocalista del grupo, aunque los dos adelantos del nuevo disco que saldrá a la luz en septiembre de este 2021 muestran una cara más amable y luminosa de WWPJ. ‘If it happens’ será, a buen seguro, una de las mejores canciones que se editen este año.

 
 

Obviamente no todo son grupazos con años amasando éxitos. También hay artistas escoceses que se quedaron en casi ‘one-hit wonders’ aun teniendo hoy un nombre reconocido. Sería el caso de Amy McDonald o KT Tunstall, la segunda, con mayor bagaje que la primera. O Snow Patrol. Hace dos años nombraron ‘Chasing cars’ la canción más radiada en el Reino Unido en los últimos veinte años, por delante de ‘I gotta feeling’, de The Black Eyed Peas y ‘Happy’, de Pharrell Williams. Curioso, puesto que el tema no llegó nunca al número 1 de las listas (se quedó en el 6). Sin embargo, la música tiene mucho de carrera de fondo y ‘Chasing cars’ es una canción que no pasa de moda, igual le gusta a los chavales que la escuchan por primera vez como a tu padre. Buena prueba de ello es el nutrido público que congregó el grupo en el escenario principal del Mad Cool en 2018 en un más que decente concierto coronado, cómo no, con ‘Chasing cars’ sonando mientras el sol se escondía por el horizonte de Madrid.

En otra esfera musical, pero altamente recomendables, estarían tres cantautores de pop-rock. Paolo Nutini lleva ya quince años destacando por su estilo entre el soul más melancólico y los ramalazos buenrrolleros de muchos de sus temas. Tener un álbum debut como ‘These streets’ sería, por sí solo, razón de más para aparecer en este artículo. Lewis Capaldi es ya hoy día uno de los artistas escoceses con mayor tirón en el Reino Unido, polémicas con Noel Gallagher aparte, y el saber hacer de Gerry Cinnamon ya lo pudimos comprobar en el DCode de 2019. Se basta él solo con su guitarra para levantar a todo un festival.

Otros grupos con mayor o menor repercusión surgidos en Escocia en las dos últimas décadas, pero que son dignos de mención y probablemente de mayor detalle por mi parte serían The Fratellis, Twin Atlantic, Django Django o Glassvegas, pero prefiero romper la pared entre quien escribe y quien lee y dirigirme a vosotros para sugeriros escucharles en la ‘playlist’ que acompaña a este artículo y ahorraros así tener que leer otra ronda de etiquetas para cada banda. De nada.

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Lo que viene

Para terminar este repaso, y para resaltar la buena salud de la música en Escocia, convendría señalar varios grupos nuevos, apenas conocidos, que bien podrían terminar por hacerse hueco en el siempre difícil mundo de la música. El punk de Paris Street Rebels o Dead Pony, el shoegaze y precioso pop atmosférico de Swim School, el dúo femenino Siights y sus tremendas melodías vocales, The Rolly Mo, At my door, The Ninth Wave y su reminiscencia clara a Joy Division, Retro Video Club, el buen rollito de Pleasure Heads que bien podrían ser los nuevos The Kooks o Spyres, ya con una vuelta de tuerca en cuanto a fuerza en su sonido.