Arde Bogotá y Viva Suecia, en el Warm Up Festival: goleando al ‘hate’

 
 

Las dos bandas más grandes de la Región demuestran su buen estado de forma firmando sendos conciertos brillantes ante un público entregado


Texto: CARLOS GARCÍA

Fotos: ÁLVARO RABADÁN

No hace falta ser Santiago Segurola para saber que los objetivos en el fútbol se empiezan a conquistar, siempre, ganando en casa. No dejar escapar puntos en tu campo es absolutamente clave para conseguir no descender, vivir plácidamente en mitad de la tabla, aspirar a Europa o ganar trofeos. Jugar en un terreno de fútbol donde la afición te arropa es, en ocasiones, un arma de doble filo. El equipo local es siempre favorito y la gente que ha pagado una entrada para verte va al estadio con la idea de volver a casa más feliz que cuando cerró la puerta. Hay muchos casos de carreras futbolísticas que no llegan a despuntar porque les puede la presión de saberse con el deber de cumplir ante los suyos. Otros, en cambio, se crecen en estas situaciones. Y los pocos, la élite, no se arrugan ya sea jugando en el patio trasero de su casa, un campo de tierra en Tercera División o en la final de la Champions en Wembley. Pero puedes preguntarle a cualquiera de ellos y siempre te responderán que no hay noches más mágicas que las que se viven arropado por los tuyos. Y este fin de semana del 3 y 4 de mayo, en el Warm Up de Murcia hubo dos bandas locales que subieron al escenario convencidas de que esa noche no se iba a escapar ni un punto de La Fica. Esta es la historia de cómo Arde Bogotá y Viva Suecia enviaron de vuelta a casa a 26.000 personas muchísimo más felices que cuando salieron de ella.

 
 

El viernes nos despertamos con una estúpida polémica en Twitter (me niego a llamarle X, me da miedo poner la letra en la barra de dirección y que aparezca otra cosa). Da la sensación de que nos hemos vuelto una sociedad cuyo sentido más desarrollado es el olfato y, más concretamente, oler la sangre. Y opinar. Opinar como el niño de tres años que estrena botas de agua y está deseando que caigan cuatro gotas para pisar charcos, aunque no sea consciente de que mancharse es una consecuencia de ello.

Se puede criticar sin buscar herir y antes de teclear barbaridades siempre hay que tener en mente que «lo que dice Juan de Pedro, dice mucho más de Juan que de Pedro». No me imagino a Jota sintiéndose mínimamente ofendido porque alguien diga que Los Planetas no son una influencia en su música. Pero mi conclusión es que si el tuit de la discordia hubiese sido «De entre todas nuestras influencias, la más importante son Los Planetas», aquellos con ganas de dejar claro que los arquitectos, ingenieros, peones, diseñadores, encofradores, alicatadores y creadores últimos de la música independiente en España son los granadinos, estarían igualmente ofendidos. Probablemente más.

El nivel de odio absurdo que está viviendo Arde Bogotá es proporcional al de su éxito y popularidad. Es algo que también ha vivido Viva Suecia recientemente. Me niego a creer que la razón sea la envidia, eso es algo demasiado banal fruto de un análisis facilón. El trasfondo detrás es, ni más ni menos, la necesidad de dejar escapar la maldad que llevamos dentro. Y esto ya no va sobre ellos o la música en general. Es algo que abarca a todo en esta vida. Tuitear según qué comentarios es sentirse como el pirómano que encuentra la felicidad contemplando el monte arder. Y no es plato de buen gusto ver tu tierra quemada. Se nos llena la boca de hablar sobre la salud mental, pero tiramos a matar en cuanto alguien cojea levemente. Haya paz.

 
 

El orgullo de Cartagena y banda del momento se subió al Escenario Estrella de Levante el viernes 3 de mayo. Suyo era el mejor horario y fue el concierto con mayor asistencia de la jornada. Y todos los que allí estuvimos supimos rápidamente que iban a estar a la altura de tales circunstancias, completamente distintas a su anterior aparición en el festival, en 2022, cuando abrieron jornada y provocaron una cola como nunca antes hemos visto para entrar al recinto. Aquello fue premonitorio.

Arde Bogotá lleva unas semanas con nueva producción, con un caballito de mar al fondo, guiño al Mar Menor, y un llamativo juego de luces y telas que aunque visten, no dejan que la atención se dirija a lugares ajenos a lo importante: su música. Y han dado una vuelta al ‘setlist’, que aunque mantiene las canciones que todos podemos esperar en uno de sus ‘shows’, ha añadido temas que agudizan la dirección inequívocamente rockera que ha decidido seguir la banda. Sin ir más lejos abrieron con ‘Clávame tus palabras’, una joya escondida en ‘Cowboys de la A3’.

En ocasiones me encantaría tener al lado a todos aquellos que llaman «blandos», «poperos» o «vendidos» a Arde Bogotá cuando canciones así explotan en nuestras narices. Otros ejemplos: ‘Besos y animales’, ‘A lo oscuro’ o, sobre todo, ‘Veneno’. No faltaron ‘La salvación’, ‘Qué vida tan dura’, ‘Exoplaneta’ (con petición de mano incluida) y el cierre con la que en la anterior gira abría el ‘show’, ‘Los perros’. Ejecuciones impecables, sonido a la altura y complicidad absoluta con el público.

 
 

Arde Bogotá lleva tiempo retroalimentándose de la crítica maliciosa. No tienen que demostrar nada a nadie, pero cada vez que se cuelgan los instrumentos se les pone cara de jugadores de póker dispuestos a desplumar a todo el que se siente en su mesa. Es lo bueno del hambre y la sed. El éxito sacia, pero ellos están lejos de empacharse.

Al día siguiente fueron Viva Suecia quienes tenían el ‘slot’ preferencial dentro de la segunda jornada. Lo merecen más que nadie. Murcia es su tierra y el Warm Up su festival. El año pasado dolió mucho la lluvia y las cancelaciones en general, pero la de los suecos fue especialmente dolorosa. Para este 2024 anunciaron un ‘show’ especial por el X aniversario de la banda y creednos, si no estuvisteis en La Fica, vaya si lo fue. Vaya si trabajaron algo diferente. Vaya si regalaron un espectáculo como pocas veces antes hemos vivido tanto en la era Warm Up como en la era SOS 4.8.

Desde el momento inicial, con las luces apagadas y las pantallas siguiendo a la banda en el ‘backstage’ cantando ‘Así fue’ de Isabel Pantoja. ¿Cómo no nos vamos a aferrar a vosotros, suecos, si os llevamos tatuados en lo más profundo del corazón? Con el coro de Belter Souls esperándoles en el escenario arrancaron con ‘No hemos aprendido nada’. Fue la primera de muchas colaboraciones: Gabriel de Shinova llevando a otro nivel ‘A dónde ir’; ‘Amar el conflicto’, con Ginebras; ‘Hemos ganado tiempo’, con Jorge y Fran, de Second, y Jesús Cobarro, de Noise Box, y la obra perfecta de la noche y el festival. Un momento que quedará grabado en la memoria del público para siempre. Una espectacular versión de ‘Gracias’ junto a María Rozalén, una sección de vientos y, de nuevo, Belter Souls. Demasiada emoción acumulada como para que muchos no nos rompiésemos escuchando en directo una de las mejores canciones que jamás haya escrito la banda.

 
 

Hubo espacio para el estreno en directo de ‘La orilla’, para comprobar de nuevo que el fichaje de Carmen Alarcón (Hoonine) para la banda es un auténtico acierto y una despedida épica con fuegos artificiales acompañando el final de ‘El bien’. Fue un concierto abrumador en todos los sentidos, de esos que hace que el público no solo disfrute o se enganche a una banda. No. Va más allá. Se trata de sentirse orgulloso de quien está en el escenario. Rafa, Jess, Alberto y Fernando son patrimonio murciano a la altura de De La Cierva, Isaac Peral o Pérez-Reverte. Llamadme exagerado, pero volved a leer este artículo dentro de otros diez años y veremos quién tiene razón.

 
 

Dos días, dos partidos importantes y seis puntos que se quedaron en casa. Jugando bonito, como la ‘Naranja Mecánica’ o el Barça de Guardiola. Con la seguridad del Madrid mirando el marcador adverso, pero entrando al descuento confiando en la remontada. Con la templanza de Iniesta cruzando aquel balón ante Stekelenburg el 11 de julio de 2010. Decía el bueno de Andrés que justo antes de patear «pudo escuchar el silencio». Lo que Arde Bogotá y Viva Suecia escucharon este fin de semana fue el estruendo emocionado de quienes les consideran parte de sus vidas.